Ya a principios del siglo pasado, el que fuera padre del psicoanálisis Sigmund Freud habló de su “su majestad el rey” en referencia al bebé, con idea de dar cuenta de que una madre siempre (o casi siempre) se desvive por su infante, le da hasta lo que no tiene y aquel o aquella, cómo no, aprende a pedir y exigir lo que necesita, con el llanto, la rabieta, dando pena, etc. El bebé está, diremos, sujeto al principio del placer o dicho de modo más sencillo, desea satisfacer sus necesidades a costa de todo.
La educación, poco a poco, consistirá en modular ese impulso a la satisfacción inmediata. Habrá que enseñarle a esperar y a que experimente la vivencia de que todo no es posible. La experiencia de una paulatina frustración es necesaria para un niño/a, siempre adaptándonos a la etapa vital que atraviesa. Será necesario, pues, sostenerlo, quererlo, calmarlo y frustrarlo.
Esto último quizás resulte un tanto impopular, pero es tremendamente necesario en el desarrollo educativo la aceptación del NO como límite de lo que no se puede franquear, como un límite que hay que aprender a respetar. Continuar leyendo «¿Frustar al niño/a?»