«Hoy ha sido uno de los mejores días de mi vida.”

Es una frase de un adolescente a sus padres en uno de esos momentos que tienen más comunicativos, cuando no sabes por qué, abren el grifo y nos hablan de sus emociones, de cómo están, cómo se sienten. Yo creo que lo hacen por eso, porque están bien y siempre es más placentero comunicar lo positivo y, además, afectivamente no arriesgan tanto transmitiéndonos su bienestar.

Pero hay veces que les vemos sufrir y no podemos llegar a ellos.

Nos pasa a muchos, que cuando estamos mal, nos cerramos, nos callamos y llegado el momento, hablamos de lo que tenemos dentro sólo con los muy buenos amigos, los que te entienden, te apoyan y no juzgan lo que te pasa, que están para escuchar y si se les solicita consejo, te dicen lo que ellos harían si a ellos les ocurriera,  no “tú lo que tienes que hacer es…”. Elegimos con quién abrir nuestro corazón, porque ahí sí se arriesga mucho.

Por otro lado, les ocurre a nuestros adolescentes (y a un montón de adultos) que tienen que aprender a gestionar sus emociones de manera adecuada, que les permita el desahogo, abrir el grifo y reducir el malestar, sin tragar hasta explotar.

Para ayudar a nuestros hijos e hijas a que se “abran” y expresen sus emociones, estaría bien que estuviéramos atentos al momento en el que ellos están dispuestos, y aprovecharlo. Dejémosles hablar cuando arrancan, sin juzgar lo que nos dicen, sin sermones.

Dicen las investigaciones que para una buena comunicación filio-parental, los adultos tenemos que estar escuchando el 75 % del tiempo. ¿Alguna vez nos hemos fijado en cuánto tiempo de la conversación acaparamos nosotros?. Es un dato importante para  saber si son nuestros hijos e hijas los que no comparten o nosotros los que estamos cerrando el puente a la comunicación.

Lo Normal que es Discutir; lo Difícil que Resulta Hablar

Familia

Recibimos muchas llamadas en el 116.111 de chavales y chavalas adolescentes quejándose de que discuten mucho con sus padres y madres; diciendo que no les dejan hacer nada, que son unos pelmas… En la mayor parte de esos casos, solemos dar siempre la misma respuesta: es lo normal. Y es que lo es. Es normal que con 13 o 14 años se discuta con los padres, que haya broncas, que no se tengan las mismas opiniones, etcétera. Es ley de vida, es un comportamiento propio del desarrollo humano que, en general, a casi todas y todos nos ha pasado.

De hecho, una prueba de esta normalidad suele darse con el hecho de que son escasísimas las llamadas de adultos, de madres y padres, que llaman quejándose porque discuten mucho con sus hijos e hijas. Alguna ha habido pero, desgraciadamente, han sido en las que la situación se ha vuelto extrema y los chavales se han convertido en auténticos tiranos sobre sus padres. Pero hoy no vamos a hablar de esas casuísticas, si no que vamos a seguir en términos de normalidad. Para ello, volvamos a los chavales.

Así, después de devolverles que, en nuestra opinión, el hecho de que discutan con sus padres y madres es normal, lo segundo que les solemos decir es que, de alguna u otra manera, traten de hablar con ellos. Cuando se les orienta a ello, muchos chicos y chicas casi hasta se ríen; no visualizan esa posibilidad; no acaban viéndose sentados junto a sus padres hablando, tratando de solucionar los motivos de sus discusiones, intentando llegar a acuerdos…

Estas reacciones nos llevan a pensar lo importante que es practicar la comunicación familiar desde la infancia. Estamos seguros de que si existe un hábito de hablar las cosas, si hay establecido en la familia un tiempo al día para tratar las cosas que la afectan, incluyendo a todos los miembros de la misma, incluídos los hijos e hijas, desde que son pequeños y pequeñas, una vez lleguen a la adolescencia y discutan con los padres (que lo harán), muchos de estos chicos y chicas no se sentirán extrañados cuando un profesional le diga, al otro lado del teléfono, que traten de hablar con sus padres.

Y, evidentemente, esta práctica puede ser muy útil, tanto para chavales como para padres, no sólo en lo que respecta a las discusiones propias de la adolescencia; si existe la costumbre de hablar entre progenitores y descendencia, será muy fácil que se pueda encarar con muchas garantías de éxito conversaciones relacionadas con la sexualidad, las drogas, las emociones y otros muchos temas, pero de éso, ya, hablaremos otro día.

Obsolescencia Programada

Vaya con las palabrejas, mira que son difíciles, pero desde que emitieron el documental en una cadena de TV estatal, “Obsolescencia programada –  Comprar, tirar, comprar” nos las hemos aprendido y comprendido, porque, entre otras cosas, ponían nombre a una sospecha bastante generalizada.

Y lo que significa es que las cosas están hechas para que duren poco, de manera programada, a propósito, para que se estropeen o se pasen de moda y tengamos que comprar otras.

En dicho documental, la hija de un ingeniero nos contaba cómo su padre tuvo que investigar para hacer que los “pantys” que fabricaban duraran menos tiempo. Fijaos en que aquello en aquella época de escasez parecería un despropósito, pero ¿Y ahora, viendo como está el mundo de sobreexplotado? ¿Qué nos parece ahora que estamos tan acostumbrados a cambiar de modelito?

En esto también estamos educando. Desde Zeuk Esan 116111, propongo un ejercicio divertido en familia: visualizar el documental anteriormente aludido, ( Una hora de duración y merece la pena), o este otro “ La historia de las cosas” ( 24 minutos y también merece la pena) con nuestra familia. Dejad que fluyan las ideas según se va visualizando.

Permitid la libre expresión de vuestra chavalería, aseguraos de qué es lo que han entendido y preguntadles su opinión personal.

Enriqueced su horizonte con vuestras propias ideas, vuestras reflexiones y experiencias, pero dejadles que sean ellos y ellas quienes más participen y expongan. Será un buen ejercicio de comunicación en la familia. Es importante eludir toda posible discusión y bronca, queremos que hablen y conocerles, no discutir. Habremos pasado un grato momento en el que los estudios, la habitación sin recoger u otros escollos no surgen y sí quedará el poso de un buen momento vivido en común, en el que ellos y ellas son imoportantes y sus opiniones se escuchan.

Y de paso, aprendemos algo sobre el mundo en el que vivimos y por el que ellas y ellos también se tienen que responsabilizar.

Además, quedaréis de entendidos si les explicáis lo que es el Consumismo: Tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes, no siempre necesarios y el Consumerismo: consumo responsable, ético y solidario, que consiste en consumir con criterios responsables, teniendo en cuenta la historia de los productos que compramos y las repercusiones medioambientales y sociales de ese consumo).

¿Qué os parece la idea?. Disfrutadlo y ya nos iréis comentando.