Empatizando con las Madres/Padres de las/os «Culpables»

El pasado viernes Noruega fue sacudida por un terrible atentado que dejó un importante número de víctimas. Un drama al que el pais nórdico no está acostumbrado y que ha causado una importante conmoción entre su ciudadanía. Cuando suceden hechos de este tipo, nos acordamos lógicamente, de las personas muertas y sus familias. Nos solidarizamos, les mostramos nuestra afección y, en la mayoría de las ocasiones, empatizamos con ellas. Pero también en estos momentos deberíamos acordarnos de la familia del responsable de esta atrocidad. En los pasados días, algunos medios sí han recogido la reacción del padre del autor de la masacre de Oslo y de la Isla de Utoya. Este señor ha declarado que desearía que su hijo «se hubiera suicidado antes de matar«.

Todo ello, nos ha llevado a reflexionar en Zeuk Esan hacia la figura de las madres y los padres cuando sus vástagos acometen acciones negativas. Evidentemente, el caso de Noruega es extremo, pero en la vida cotidiana se dan muchas situaciones en las que las madres y padres sufren en sus propias carnes las consecuencias de los actos de sus hijas e hijos.

Por ejemplo, cuando un o una adolescente comete un robo, un delito,  agrede a otra o a otro, cuando llaman desde urgencias alertando de un coma etílico, etcétera… las madres y padres reciben un shock importante. En ese momento, pueden pasar muchas cosas por la cabeza y, en muchos casos, pueden llegar a sentir un sentimiento de responsabilidad como causantes indirectos de lo que ha sucedido. Es muy común el pensar en el «si no le hubiera dejado ir«, reflexionar acerca de la pregunta típica del «en qué hemos fallado«, etc…

En la mayor parte de los casos, a pesar del estupor inicial, la secuencia de los acontecimientos vira, nuevamente, hacia la protección de los hijos e hijas. Es decir, aunque lo que él o ella haya hecho sea grave, se tiende a defenderlos. Es lógico. Y, en los casos que no sean excesivamente graves, es aconsejable recogerles porque, a no ser que haya algún tipo de dolencia mental de por medio, ellos o ellas, sabedores de su responsabilidad, también se sentirán culpables.

Obviamente, una vez dado el paso de decirles de alguna manera que, a pesar de lo que has hecho, estamos aquí, sería conveniente, sobre todo en el caso de los menores o adolescentes, hacerles ver mediante alguna consecuencia acordada entre los progenitores (castigo, etc…), que efectivamente se han sentido apenados, tristes, enfadados por lo sucedido. Es importante para reforzar el aprendizaje educativo que, también en estos casos, se da.

Como comentábamos, estas pautas son aplicables ante los episodios ordinarios que pueden suceder en el seno de casi cualquier familia. Sin embargo, el ejemplo con el que hemos comenzado este post es tan extraordinario que no sabríamos decir si nuestra reacción sería como la del padre del asesino confeso noruego.

Aprovechamos este texto para recordar que el servicio Zeuk Esan está abierto también a madres y padres con dudas, preocupaciones o pregunta relacionadas con menores de edad, sea sobre un tema parecido al de esta entrada o sobre cualquier otro.

«El Profe me Tiene Manía»

El Profe me tiene Manía

– Pues mire, señorita, resulta que a mi hijo le tiene manía su profesor de matemáticas. No sé por qué, ya que mi chaval nunca ha dado problemas, en casa es un cielo y, además, no se va a quedar callado en clase cuando contempla algo que le parece injusto y tendrá que contestar al profesor, ¿no? Que ya no vivimos en una dictadura… Y además, qué pasa, que en la clase de este señor tienen que estar los chavales como en misa o qué… Vamos, que le llamaba para ver qué podía hacer para denunciar este mal trato que este señor le está ocasionando a mi hijo, que el pobre ya no quiere ir a su clase y dice que seguro que va a suspender todas por la manía que le tiene este señor, si se le puede llamar así…

Pues sí, alguna vez, en el 116.111, hemos recibido alguna llamada así. Padres y madres que defienden a sus hijos o hijas a capa y espada ante la supuesta injusticia que sus vástagos están viviendo en el aula ante un malvado profesor o profesora. Lo curioso de todo es que, muchas de estas veces, cuando se les orienta a que lo mejor es que vayan a hablar con ese demoníaco profesional, dicen que no, que ellos o ellas no tienen nada que hablar con ese señor o señora… O dicen que ya lo han hecho pero que no se han sentido bien atendidos… Entonces, sin negarles su versión de los hechos, se les recomienda que acudan al equipo directivo del centro en el que está su hija o hijo, pero dicen que no merece la pena porque, seguro, se ponen de parte del profesor o profesora que tienen manía a su chaval o chavala…

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