La educación afectivo-sexual es más importante de lo que parece en la formación de nuestros hijos, tanto a lo largo de su infancia como en su adolescencia. Pero a veces, padres y madres no sabemos muy bien cómo actuar ni qué decir por miedo o por desconocimiento, y entonces es frecuente dejar de lado este tema confiando en que los adolescentes lo resuelvan por sí mismos o, en el mejor de los casos, en la escuela.
Todavía es bastante habitual oír en algunas reuniones de padres y madres ideas parecidas a éstas:
– ¡Hoy en día tienen toda la información que quieren!
– ¿Y qué les vamos a contar?, ¡Si nos podrían dar clases ellos a nosotros!
– ¡Pero si son todavía unos niños!
– ¡Yo ya le he dicho a mi hijo lo del preservativo!
Comentarios como estos son ilustrativos de cómo padres y madres tenemos, todavía hoy en día, serias dificultades para enfrentarnos a este reto. Una de las posibles causas de ello es nuestra incapacidad para cuestionar el modelo de educación sexual que hemos tenido, caracterizado fundamentalmente por la falta de información o por una información que cuando existía estaba centrada en los aspectos higiénicos o reproductivos. Así, muchos padres y madres saben el tipo de educación sexual que no quieren para sus hijos, pero no han encontrado un modelo alternativo.
Algunas creencias erróneas sobre la sexualidad y la información sexual de los adolescentes:
* Lo aprenden solos. Falso. Es verdad que la mayoría de nosotros hemos aprendido solos, pero también es verdad que la mayoría hemos aprendido poco y mal y a veces con un cierto coste personal. Hoy en día, igual que antes, la información sexual de que disponen los adolescentes la obtienen principalmente de sus iguales.
*Se lo enseñan en la escuela. Depende. No todas las escuelas o institutos desarrollan programas de educación afectiva y sexual. Además, en caso de que así fuera, el hecho de que la escuela aborde estos temas no significa que los padres puedan despreocuparse.
*La educación sexual incita a la práctica sexual. Falso. La educación sexual fomenta la responsabilidad y la adecuada toma de decisiones.
*Todavía son unos niños. Depende. La educación sexual debe llevarse a cabo de manera adecuada a cada edad pero desde la infancia. Es un error muy común pensar que la educación sexual debe dirigirse sólo a los adolescentes. En todo caso, lo que conviene conocer es que en cada momento del desarrollo los temas de interés serán diferentes.
Pero no todas las dificultades provienen de concepciones erróneas, en algunos casos existen obstáculos de otro tipo que nos dificultan a padres y madres el abordaje de estos temas. Veámoslos.
Otras dificultades———————-
= Miedo a no saber responder las preguntas de los adolescentes. Está bastante extendida la idea de que la educación sexual de los adolescentes consiste simplemente en contestar sus preguntas, lo que nos obliga a padres y madres a tener un amplio bagaje de conocimientos sobre este tema. Nada más falso. En realidad lo que quieren los adolescentes sobre estos temas es poder hablar, conocer lo que pensamos, cómo enfocamos determinadas cuestiones, que les ayudemos a situar los límites, etc. Lo que más interesa a la mayoría de los adolescentes sobre la sexualidad está ligado a las emociones y los sentimientos y sólo después, a la información más o menos específica.
= No saber cómo enfocar la conversación. Muchos padres no sabemos «sacar» estos temas sin que se convierta en una especie de asalto directo, posiblemente porque no haya una experiencia anterior de diálogo sobre estos temas. Puede darse incluso la circunstancia de que del lado del adolescente esté pasando exactamente lo mismo, es decir, que exista el deseo de abordar estos temas, pero que no sepa cómo ni por dónde empezar.
= Sentimiento de vergüenza. A veces padres y madres evitamos estos temas porque creemos que los hijos nos preguntarán sobre cuestiones de tipo personal. La intimidad de los padres, en tanto que pareja, no debe pertenecer más que a ellos y así se debe comunicar a los hijos si estos intentan adentrarse en este territorio. Ello no impide que se puedan comentar algunos aspectos generales de su relación, pero sin entrar en detalles que sólo pertenecen al ámbito de lo personal.
Miedo a que el adolescente piense diferente. Algunos padres y madres intuimos que nuestras actitudes sobre temas de sexualidad y las de nuestros hijos e hijas adolescentes pueden ser bastante diferentes, por lo que hablar de ello sólo nos conducirá a discusiones inútiles y al desgaste de la relación. Es evidente que hay diferentes cuestiones en las que padres e hijos podemos pensar diferente, pero evitar el tema sólo evidencia la incapacidad para el diálogo.