Este fin de semana fui a ver al hijo de unos amigos a un partido de hockey sobre ruedas. ¡¡¡Qué experiencia más “educativa”!!!
Los padres y madres pidiéndoles a sus hijos que metieran los sticks al contrincante por “no sé dónde”. Un horror. Yo no daba crédito. Sabía que el deporte escolar tenía ciertos aspectos bastante tristes, pero verlo en vivo, directo y a lo grande, me sobrecogió.
Hoy encuentro en un periódico un artículo muy interesante al respecto. Os incluyo el enlace para que podáis leer el artículo entero. No tiene desperdicio: “ mi padre es un hooligan”.
La Federación de Fútbol de Murcia emprendió hace dos años una investigación para medir la violencia verbal en categorías infantiles, concluyendo que: “los padres causan el 80% de los altercados en el fútbol base. Psicólogos, árbitros y deportistas piden acabar ya con la violencia”.
Un ejemplo en el extremo de lo negativo fue un árbitro noqueado en el suelo por un padre, cuando los chavales se habían portado divinamente; en el lado de lo ejemplar, un chaval de 15 diciéndole a sus furibundos seguidores que ‘un poco de respeto para este hombre’.
Además, de la violencia física y verbal hacia los contrarios, es notoria la presión de los progenitores hacia los hijos, que también es muy agresiva y contribuye a menoscabar la autoestima y la seguridad. Según se expone en el artículo, “mientras las madres se desgañitan, algunos padres se ven súbitamente abducidos por el espíritu de Mourinho: dan órdenes, corrigen posiciones, claman contra el árbitro y, quizá sin pretenderlo, cargan a sus hijos con fardos imposibles de llevar.”
La presión paterna se palpa no sólo en el fútbol, sino también en otros deportes. Pepu Hernández, exseleccionador nacional de baloncesto y actual técnico del Joventut, narra “llegué a saber de uno (padre) que le daba la paga a su hija según los puntos que metía en el partido”.
Según Fernando Gimeno, profesor de Psicología del Deporte en la Universidad de Zaragoza. « los chicos buscan el reconocimiento de sus padres. En estas circunstancias, el mensaje de ‘yo quiero que seas el mejor y no puedes fallar’ resulta mucho más negativo que el de ‘esfuérzate, haz lo que puedas y disfruta’. Cuando un padre se obsesiona por que su hijo brille (y no solo en el deporte), eso suele acabar mal».
En el artículo citan un corto que os recomendamos ver con vuestros hijos e hijas, se titula “Seis Contra Seis” . No os lo perdáis.
Tengo muy claro que siempre estamos educando y siempre somos modelos educativos, aunque nuestros hijos e hijas tengan 17 ó 27 años. El que los progenitores pierdan los papeles, insultando al árbitro, a las otras personas que compiten, y a las familias de éstas, no es nada educativo. Bueno, educar educa, ¿pero era eso lo que queríamos que aprendieran?.
A mí lo que me da ánimos, es que, según el artículo; los chavales y chavalas muchas veces dan buen ejemplo a sus familias. Materia prima tenemos. El tema ¿es cómo la trabajamos?