En una reunión escolar con padres y madres, hubo quien comentaba que no veía conveniente pedir perdón a sus hijos o hijas, ya que entendía que ello podría ser interpretado como un signo de debilidad o falta de autoridad
Nada más lejos de la realidad. Quienes tenemos a nuestras hijas e hijos crecidos, hemos tenido tiempo suficiente para darnos cuenta de la importancia de las muestras de respeto y afecto en una convivencia, aunque igualmente, también, hemos sido testigos de la dificultad que
entraña esta tarea. Una tarea en la que se ponen en juego otras tantas cuestiones como la empatía, la paciencia o la escucha, entre tantas.
No es fácil, no, la convivencia con un/a hijo/a adolescente, pues se trata de una etapa muy determinante y delicada para el devenir futuro de ese chico o esa chica para quienes sus padres podemos resultar, en ocasiones, tan molestos como una piedra en el zapato. Cierto es que para el día a día en el hogar es necesaria la calma, que la bronca y el conflicto llegan solas de la mano del roce y del choque de intereses.
Paso a explicaros los motivos que me llevan a pensar que pedir perdón es muy importante:
- Nuestros hijos e hijas, aprenden que no tienen por qué tener siempre razón y que podemos estar equivocado; y no pasa nada grave por ello.
- Descubren que pedir disculpas es difícil, y que hay que ser fuerte para hacerlo.
- Ven una muestra de sinceridad, que tal vez no vean en otra parte.
- Aprenden que así en la propia familia se pueden exponer los sentimientos «encontrados»que se producen entre sus miembros.
- Cuando uno/a pierde el control y es perdonado/a, comprende que la energia que circula en ese punto es curativa y así aprende, tambien, a perdonar.
- Aprenden que la disculpa es una forma de reconocer que otra persona es digna de respeto.
En resumen, pedir perdón enseña a respetar a los demás, lo cual nos lleva directamente a respetarnos a nosotros mismos.