Yo No Soy Racista, pero…

Pareja mixta– Yo no soy racista. A mí me da igual el color de la piel de otras personas, pero estoy preocupada porque mi hija de 15 años se ha liado con un chico de color, que vive en un centro de menores y es musulmán. Y mi hija ha empezado a dejar de comer cerdo y ha dejado de salir con sus amigas y en casa estamos muy preocupados porque vemos que la niña está cambiando y les llamaba para ver si ustedes pueden hacer algo…

– ¿Y qué quiere que hagamos nosotros, señora?

– Pues no sé… Traten de hablar con ella para ver si la convencen o, a lo mejor, ustedes pueden hablar con los responsables del centro al que acude ese chico y hacerle ver que, por su comportamiento, está influyendo negativamente a nuestra hija… No sé, el caso es que nosotros queremos lo mejor para nuestra chiquilla…

– ¿Y ustedes han tratado de hablar con ella?

– Sí, pero cada vez que tocamos ese tema, se pone a la defensiva y se enfada y…

– ¿Y ustedes han tratado de hablar con las personas responsables del centro al que acude el chaval con el que sale su hija?

– Sí y la Educadora que nos ha atendido nos ha dicho que es un chaval muy majo y muy responsable, pero nosotros le hemos dicho los cambios que hemos notado en nuestra hija y parece que esta chica se lo ha tomado a mal y se ha negado a darnos más detalles sobre este chaval y…

– Hombre, es normal, ¿no?

– Sí, no lo sé… Pero vaya, ¿qué cree usted que podemos hacer?

– De momento, lo que se me ocurre es que ustedes deberían darle una oportunidad a ese chico o, al menos, no ser tan fiscalizadores con su hija en relación a ese noviazgo. Yo entiendo la preocupación que usted tiene ante los cambios que está viviendo su hija. Si ustedes cambian su actitud a la hora de hablar de este tema con ella, posiblemente les empiece a escuchar y, entonces, sí podrán hacerle ver que les sorprende los cambios que está viviendo.

– Pero, ¿cómo se hace éso?

– Pues demostrándole a su hija que entienden lo que siente, no hablar de su relación siempre desde un punto de vista negativo, no culpabilizándola… Además, a usted que le preocupa, ¿que su hija tenga novio o que ese novio sea negro? Porque, a lo mejor, si su chavala ve esa actitud en usted, en el futuro le va a costar presentarle a otras parejas que tenga… Piense también que su hija, con 15 años, es decir, siendo adolescente, va a vivir esta relación como si fuera el único y verdadero amor y si ve que ustedes están en contra por la raza o por el nivel socioeconómico, pues aún puede que pelee mucho más por defender ese amor…

– Bueno, pues intentaremos hacer lo que usted nos dice, pero no sé… Gracias.

Lo Normal que es Discutir; lo Difícil que Resulta Hablar

Familia

Recibimos muchas llamadas en el 116.111 de chavales y chavalas adolescentes quejándose de que discuten mucho con sus padres y madres; diciendo que no les dejan hacer nada, que son unos pelmas… En la mayor parte de esos casos, solemos dar siempre la misma respuesta: es lo normal. Y es que lo es. Es normal que con 13 o 14 años se discuta con los padres, que haya broncas, que no se tengan las mismas opiniones, etcétera. Es ley de vida, es un comportamiento propio del desarrollo humano que, en general, a casi todas y todos nos ha pasado.

De hecho, una prueba de esta normalidad suele darse con el hecho de que son escasísimas las llamadas de adultos, de madres y padres, que llaman quejándose porque discuten mucho con sus hijos e hijas. Alguna ha habido pero, desgraciadamente, han sido en las que la situación se ha vuelto extrema y los chavales se han convertido en auténticos tiranos sobre sus padres. Pero hoy no vamos a hablar de esas casuísticas, si no que vamos a seguir en términos de normalidad. Para ello, volvamos a los chavales.

Así, después de devolverles que, en nuestra opinión, el hecho de que discutan con sus padres y madres es normal, lo segundo que les solemos decir es que, de alguna u otra manera, traten de hablar con ellos. Cuando se les orienta a ello, muchos chicos y chicas casi hasta se ríen; no visualizan esa posibilidad; no acaban viéndose sentados junto a sus padres hablando, tratando de solucionar los motivos de sus discusiones, intentando llegar a acuerdos…

Estas reacciones nos llevan a pensar lo importante que es practicar la comunicación familiar desde la infancia. Estamos seguros de que si existe un hábito de hablar las cosas, si hay establecido en la familia un tiempo al día para tratar las cosas que la afectan, incluyendo a todos los miembros de la misma, incluídos los hijos e hijas, desde que son pequeños y pequeñas, una vez lleguen a la adolescencia y discutan con los padres (que lo harán), muchos de estos chicos y chicas no se sentirán extrañados cuando un profesional le diga, al otro lado del teléfono, que traten de hablar con sus padres.

Y, evidentemente, esta práctica puede ser muy útil, tanto para chavales como para padres, no sólo en lo que respecta a las discusiones propias de la adolescencia; si existe la costumbre de hablar entre progenitores y descendencia, será muy fácil que se pueda encarar con muchas garantías de éxito conversaciones relacionadas con la sexualidad, las drogas, las emociones y otros muchos temas, pero de éso, ya, hablaremos otro día.