He leído en «los papeles» que un 60% de las compras de los hogares españoles están destinadas a nuestros hijos e hijas.
Si todos van al ritmo de los míos, no me extraña, porque les crecen los pies y no hay manera de aprovechar el calzado de un año para otro. Pero recuerdo que el artículo no se ceñía a los gastos de cubrir las necesidades básicas, sino a los de “ bueeeeno, ya te lo compro”, o “pero si no lo necesitas, ya tienes uno…bueeeeno, ya te lo compro”.
El Instituto Tecnológico del Juguete (AIJU) presentó un trabajo ( julio 2010) “The Now Generation: Caracterización, datos y perfiles sociales infantiles”, en el que hablan de “la generación del ahora” y la definen como superconsumidora.
Esto me recuerda que hace ya muchos años vi un reportaje que hablaba de que las firmas comerciales se han dado cuenta del filón que tienen en la juventud, que necesita el último modelo, (antes lo llamábamos “ el último grito”) y aparecieron las figuras de los cazatendencias: salir a la calle, ver lo que hace una minoría y venderlo como guay, lo último, lo trasgresor, lo que te diferencia…y que al final todo el mundo tiene: las mismas deportivas, el mismo corte de pelo, con lo cual, se quema esa tendencia pero no hay problema, porque ya hay otra preparada que viene a ocupar su lugar.
Y esto, lo que significa es que hablamos de millones y millones de dineros, salidas de los bolsillos de unos, para pagar los ¿caprichos/necesidades? de otro grupo, que no tiene dinero, pero que abre la boca y pide como aquellos pajarillos en el nido que abrían sus inmensos picos amarillos.
Decimos que nuestra juventud es despilfarradora, caprichosa y consumista, pero sigo pensando que no nacemos, sino que en gran parte, nos hacemos.
Exigimos a la industria productos que ayuden a los niños a mejorar su calidad de vida, que les ayuden a estar más activos, más saludables y relajados, que les diviertan y que de forma simultánea les permitan mejorar su autoestima y les ayude a concienciarse con el entorno, pero además nosotros (padres y madres) ¿qué hacemos para aprovechar esas herramientas educativas? ¿Cómo las utilizamos? ¿Cómo las rentabilizamos? ¿Estamos atentos a lo que influyen las nuevas tecnologías en el desarrollo de los menores y en la poder que tienen éstos para tomar decisiones de compra en los hogares?.
Con esta crisis, las condiciones económicas de las familias cada vez son más difíciles, y sin embargo parece que se promueven las compras frecuentes de caprichos de usar y tirar.
En fin, igual me lío un poco, pero no dejo de pensar en la situación paradójica entre lo que exigimos y lo que compramos, entre lo que nos quejamos que hacen y en lo que enseñamos a hacer.
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