– «Es que mi madre piensa que todavía soy un crío y que no pienso en esas cosas». Esto nos decía, hace poco, un chico por teléfono. Con esas cosas se refería a sus primeras inquietudes de carácter sexual. Unas primeras dudas que había empezado callándose pero que ya no aguantó más y que tuvo que acabar compartiendo con sus padres. Y todo porque, hasta hacía poco tiempo, sus padres habían sido esos referentes que le recogían y que le resolvían todas esas dudas que le acuciaban cuando era más pequeño. Ahora no. Bienvenido a la adolescencia, amigo.
Con 14 años, este tipo de situaciones son difíciles tanto para los chavales y chavalas como para los propios progenitores. Efectivamente, muchas madres y padres siguen viendo a sus vástagos como esos niños y niñas que, hasta hace cuatro días, iban con ellos los domingos por la tarde. Pero, no queridas madres, no, queridos padres… Bienvenidas/os a la adolescencia.
El verdadero problema deviene cuando además de que, efectivamente, puede costar entender los nuevos planteamientos, sentimientos y comportamientos de los y las adolescentes, no somos comprensibles con ellos y ellas. Y más cuando, como es el caso, este chico no puede hacer nada por evitarlo. Me explico: este chaval había tanteado a sus padres, había sondeado qué opinaban ellos en cuanto a la posibilidad (certeza para él) de que le gustasen los chicos. Desgraciadamente, en este caso, obtuvo como respuesta una reacción desmedida del tipo «quítate esas cosas de la cabeza«, «no digas tonterías«, «tú eres normal«, «no nos decepciones» o la ya citada «si tú todavía eres un niño«.
Ante dichas contestaciones, este adolescente quedó totalmente descolocado. Su madre, su padre, esos que siempre le habían protegido, que siempre le habían escuchado ahora no le entienden, ahora le tachan de raro, no le quieren oír… Está claro que, por un lado, se trata de un conflicto muy típico de la propia relación adolescente vs progenitores, pero también aparece un factor de ignorancia al respecto de las diferentes orientaciones sexuales o, quizá, miedo por parte del padre y la madre a lo desconocido, miedo a que su querido hijo pueda sufrir por este motivo.
De lo que no se dan cuenta es de que, de momento, el chaval sí está sufriendo precisamente por esa respuesta de sus padres y porque, al fin y al cabo, él no puede hacer nada ante lo que siente pese a que, como nos llega a confesar, preferiría sentir otra cosa para no molestarles. En todo caso, desde Zeuk Esan, además de darle nuestro apoyo, le pedimos que también trate de comprender a sus padres, le hacemos ver que, por decirlo de alga manera, se han tenido que llevar susto al recibir esa información y que, posiblemente, necesitarán tiempo para tratar de asumirlo.
Está claro que esta madre y este padre deberían ser destinatarios de mensajes tendentes a concienciarles de que su hijo no es un bicho raro si no un adolescente con una identidad y orientación sexual perfectamente normal, como la de muchas personas; evidentemente, también requieren de comprensión, pero han de darse cuenta de que con la actitud que, según este adolescente, le han transmitido, su hijo está sufriendo mucho.
Se trata, en definitiva, de que progenitores y, en este caso, adolescente, traten de empatizar, de ponerse uno en el lugar del otro e intenten comprender qué siente cada parte. Como imaginaréis, el ejemplo tratado en este post puede ser sustituído por cualquier otro, pero creemos que puede servir muy bien para tratar de transmitir la necesidad de poner en práctica este ejercicio de empatía, tan necesario para tratar de superar los normales y habituales conflictos entre padres/madres y adolescentes.
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