Estoy encantada

Hoy ha vuelto uno de mis hijos de un largo viaje de una semana en París. Han visto museos y sitios, han disfrutado, se han divertido, (no han practicado francés, ¡huy!) y efectivamente han crecido. Tras ducha y cena y con los ojos medio cerrados por el cansancio, desde el umbral de la verdad, con las defensas bajas, resume la experiencia: “Qué duro es convivir con alguien que se salta las normas del grupo. Habíamos quedado siete personas en dejar las chancletas a secar en la ventana, pero una persona ha decidido que ese consenso no iba con ella y ha estado siempre todo por el medio…su ropa por las otras literas, las chanclas molestaban fueras a donde fueras…desenchufaba los teléfonos que estaban cargando para conectar el suyo…, qué mal convivir con alguien que falta de esa manera a los derechos de los demás…”.

Estoy encantada, este año  me iré de vacaciones con un adolescente redimido, reflexionado, que otras cosas hará, pero este año, no dejará sus chanclas en medio del salón.

Esto prueba mi teoría de que nosotros hemos de sembrar, hacerles sensibles a ciertas situaciones, pero hasta que ellos mismos no las padezcan, no las experimenten (que es lo que les falta a nuestros adultos en ciernes, experiencia), no las aprenderán, no las harán suyas.

¡¡¡Ánimo, que estamos a tiempo!!!

Y por cierto, decía un filósofo que en vacaciones no hay problemas”. Que disfrutéis de las vuestras.

Yo No Soy Racista, pero…

Pareja mixta– Yo no soy racista. A mí me da igual el color de la piel de otras personas, pero estoy preocupada porque mi hija de 15 años se ha liado con un chico de color, que vive en un centro de menores y es musulmán. Y mi hija ha empezado a dejar de comer cerdo y ha dejado de salir con sus amigas y en casa estamos muy preocupados porque vemos que la niña está cambiando y les llamaba para ver si ustedes pueden hacer algo…

– ¿Y qué quiere que hagamos nosotros, señora?

– Pues no sé… Traten de hablar con ella para ver si la convencen o, a lo mejor, ustedes pueden hablar con los responsables del centro al que acude ese chico y hacerle ver que, por su comportamiento, está influyendo negativamente a nuestra hija… No sé, el caso es que nosotros queremos lo mejor para nuestra chiquilla…

– ¿Y ustedes han tratado de hablar con ella?

– Sí, pero cada vez que tocamos ese tema, se pone a la defensiva y se enfada y…

– ¿Y ustedes han tratado de hablar con las personas responsables del centro al que acude el chaval con el que sale su hija?

– Sí y la Educadora que nos ha atendido nos ha dicho que es un chaval muy majo y muy responsable, pero nosotros le hemos dicho los cambios que hemos notado en nuestra hija y parece que esta chica se lo ha tomado a mal y se ha negado a darnos más detalles sobre este chaval y…

– Hombre, es normal, ¿no?

– Sí, no lo sé… Pero vaya, ¿qué cree usted que podemos hacer?

– De momento, lo que se me ocurre es que ustedes deberían darle una oportunidad a ese chico o, al menos, no ser tan fiscalizadores con su hija en relación a ese noviazgo. Yo entiendo la preocupación que usted tiene ante los cambios que está viviendo su hija. Si ustedes cambian su actitud a la hora de hablar de este tema con ella, posiblemente les empiece a escuchar y, entonces, sí podrán hacerle ver que les sorprende los cambios que está viviendo.

– Pero, ¿cómo se hace éso?

– Pues demostrándole a su hija que entienden lo que siente, no hablar de su relación siempre desde un punto de vista negativo, no culpabilizándola… Además, a usted que le preocupa, ¿que su hija tenga novio o que ese novio sea negro? Porque, a lo mejor, si su chavala ve esa actitud en usted, en el futuro le va a costar presentarle a otras parejas que tenga… Piense también que su hija, con 15 años, es decir, siendo adolescente, va a vivir esta relación como si fuera el único y verdadero amor y si ve que ustedes están en contra por la raza o por el nivel socioeconómico, pues aún puede que pelee mucho más por defender ese amor…

– Bueno, pues intentaremos hacer lo que usted nos dice, pero no sé… Gracias.

Tener un mal día y descargar el mal humor en los hijos.

Hemos tenido un mal día en el trabajo, entramos en casa y lo encontramos todo patas arriba: todo sin recoger mientras nuestro/a hijo/a juega con el mando a distancia. No ha hecho ninguna de las tareas que le habíamos asignado y entonces, estallamos de manera desmesurada, perdemos el control, saltamos y al final, nos arrepentimos de lo que hemos dicho o hecho.

Pero, ¿puedo convertir el mal humor en un discurso instructivo?.

Vaya por delante, que un salto de límites, un no cumplir con lo pactado, debe tener consecuencias. Pero, si antes de estallar, conseguimos respirar y contar hasta tres, muy probablemente, no tendremos que enfrentarnos luego a ese sentimiento de culpa con el que algunos padres y madres se fustigan.

He aquí algunas posibilidades de actuación, que nos ayudarán a mantener el control

  • Ser conscientes de que estamos muy enfadados y tomar la decisión de no reaccionar, de no dejarnos llevar por esa ira que nos invade.
  • Recuperar la serenidad, para ello puede sernos útil irnos de la estancia, esperar cerrando los ojos o apartar la mirada, contar hasta 10, etc, de tal manera que tengamos el espacio y el tiempo que necesitamos para recuperar la serenidad.
  • Cuando nos hayamos calmado utilizar frases que describan los hechos, dejando de lado las descalificaciones y las acusaciones.
  • Recurrir al buen humor es una herramienta poderosísima para suavizar el ambiente, desdramatizar los hechos y volver a la calma.
  • Situar en el presente lo que ha sucedido sin añadirle etiquetas adicionales del tipo… «eres un desastre», «holgazán», «siempre ….», «así no llegarás a ningún lado», «nunca haces …»etc…
  • Escribir una nota o una pequeña carta en la que le describamos lo que ha sucedido, cómo nos hemos sentido y lo que necesitaríamos hacer nosotros o que él hiciera para solucionar el conflicto.
  • En caso de haber perdido los estribos, pedir perdón o demostrar que sentimos lo sucedido.

Seguro que tendréis otras maneras de conseguir controlar ese primer impulso de saltarles a la yugular, sea cual sea, lo importante es practicarlas, que no se queden sólo en el papel.

Mi Padre Es Un Hooligan

Este fin de semana fui a ver al hijo de unos amigos a un partido de hockey sobre ruedas. ¡¡¡Qué experiencia más “educativa”!!!

Los padres y madres pidiéndoles a sus hijos que metieran los sticks al contrincante por “no sé dónde”. Un horror. Yo no daba crédito. Sabía que el deporte escolar tenía ciertos aspectos bastante tristes, pero verlo en vivo, directo y a lo grande, me sobrecogió.

Hoy encuentro en un periódico un artículo muy interesante al respecto. Os incluyo el enlace para que podáis leer el artículo entero. No tiene desperdicio: “ mi padre es un hooligan”.

La Federación de Fútbol de Murcia emprendió hace dos años una investigación para medir la violencia verbal en categorías infantiles, concluyendo que: “los padres causan el 80% de los altercados en el fútbol base. Psicólogos, árbitros y deportistas piden acabar ya con la violencia”.

Un ejemplo en el extremo de lo negativo fue un árbitro noqueado en el suelo por un padre, cuando los chavales se habían portado divinamente;  en el lado de lo ejemplar, un chaval de 15 diciéndole a sus furibundos seguidores que ‘un poco de respeto para este hombre’.

Además, de la violencia física y verbal hacia los contrarios, es notoria la presión de los progenitores hacia los hijos, que también es muy agresiva y contribuye a menoscabar la autoestima y la seguridad. Según se expone en el artículo, “mientras las madres se desgañitan, algunos padres se ven súbitamente abducidos por el espíritu de Mourinho: dan órdenes, corrigen posiciones, claman contra el árbitro y, quizá sin pretenderlo, cargan a sus hijos con fardos imposibles de llevar.”

La presión paterna se palpa no sólo en el fútbol, sino también en otros deportes. Pepu Hernández, exseleccionador nacional de baloncesto y actual técnico del Joventut, narra “llegué a saber de uno (padre) que le daba la paga a su hija según los puntos que metía en el partido”.

Según Fernando Gimeno, profesor de Psicología del Deporte en la Universidad de Zaragoza. « los chicos buscan el reconocimiento de sus padres. En estas circunstancias, el mensaje de ‘yo quiero que seas el mejor y no puedes fallar’ resulta mucho más negativo que el de ‘esfuérzate, haz lo que puedas y disfruta’. Cuando un padre se obsesiona por que su hijo brille (y no solo en el deporte), eso suele acabar mal».

En el artículo citan un corto que os recomendamos ver con vuestros hijos e hijas,  se titula “Seis Contra Seis” . No os lo perdáis.

Tengo muy claro que siempre estamos educando y siempre somos modelos educativos, aunque nuestros hijos e hijas tengan 17 ó 27 años. El que los progenitores pierdan los papeles, insultando al árbitro, a las otras personas que compiten, y a las familias de éstas, no es nada educativo. Bueno, educar educa, ¿pero era eso lo que queríamos que aprendieran?.

A mí lo que me da ánimos, es que, según el artículo; los chavales y chavalas muchas veces dan buen ejemplo a sus familias. Materia prima tenemos. El tema ¿es cómo la trabajamos?

Obsolescencia Programada

Vaya con las palabrejas, mira que son difíciles, pero desde que emitieron el documental en una cadena de TV estatal, “Obsolescencia programada –  Comprar, tirar, comprar” nos las hemos aprendido y comprendido, porque, entre otras cosas, ponían nombre a una sospecha bastante generalizada.

Y lo que significa es que las cosas están hechas para que duren poco, de manera programada, a propósito, para que se estropeen o se pasen de moda y tengamos que comprar otras.

En dicho documental, la hija de un ingeniero nos contaba cómo su padre tuvo que investigar para hacer que los “pantys” que fabricaban duraran menos tiempo. Fijaos en que aquello en aquella época de escasez parecería un despropósito, pero ¿Y ahora, viendo como está el mundo de sobreexplotado? ¿Qué nos parece ahora que estamos tan acostumbrados a cambiar de modelito?

En esto también estamos educando. Desde Zeuk Esan 116111, propongo un ejercicio divertido en familia: visualizar el documental anteriormente aludido, ( Una hora de duración y merece la pena), o este otro “ La historia de las cosas” ( 24 minutos y también merece la pena) con nuestra familia. Dejad que fluyan las ideas según se va visualizando.

Permitid la libre expresión de vuestra chavalería, aseguraos de qué es lo que han entendido y preguntadles su opinión personal.

Enriqueced su horizonte con vuestras propias ideas, vuestras reflexiones y experiencias, pero dejadles que sean ellos y ellas quienes más participen y expongan. Será un buen ejercicio de comunicación en la familia. Es importante eludir toda posible discusión y bronca, queremos que hablen y conocerles, no discutir. Habremos pasado un grato momento en el que los estudios, la habitación sin recoger u otros escollos no surgen y sí quedará el poso de un buen momento vivido en común, en el que ellos y ellas son imoportantes y sus opiniones se escuchan.

Y de paso, aprendemos algo sobre el mundo en el que vivimos y por el que ellas y ellos también se tienen que responsabilizar.

Además, quedaréis de entendidos si les explicáis lo que es el Consumismo: Tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes, no siempre necesarios y el Consumerismo: consumo responsable, ético y solidario, que consiste en consumir con criterios responsables, teniendo en cuenta la historia de los productos que compramos y las repercusiones medioambientales y sociales de ese consumo).

¿Qué os parece la idea?. Disfrutadlo y ya nos iréis comentando.

«El Profe me Tiene Manía»

El Profe me tiene Manía

– Pues mire, señorita, resulta que a mi hijo le tiene manía su profesor de matemáticas. No sé por qué, ya que mi chaval nunca ha dado problemas, en casa es un cielo y, además, no se va a quedar callado en clase cuando contempla algo que le parece injusto y tendrá que contestar al profesor, ¿no? Que ya no vivimos en una dictadura… Y además, qué pasa, que en la clase de este señor tienen que estar los chavales como en misa o qué… Vamos, que le llamaba para ver qué podía hacer para denunciar este mal trato que este señor le está ocasionando a mi hijo, que el pobre ya no quiere ir a su clase y dice que seguro que va a suspender todas por la manía que le tiene este señor, si se le puede llamar así…

Pues sí, alguna vez, en el 116.111, hemos recibido alguna llamada así. Padres y madres que defienden a sus hijos o hijas a capa y espada ante la supuesta injusticia que sus vástagos están viviendo en el aula ante un malvado profesor o profesora. Lo curioso de todo es que, muchas de estas veces, cuando se les orienta a que lo mejor es que vayan a hablar con ese demoníaco profesional, dicen que no, que ellos o ellas no tienen nada que hablar con ese señor o señora… O dicen que ya lo han hecho pero que no se han sentido bien atendidos… Entonces, sin negarles su versión de los hechos, se les recomienda que acudan al equipo directivo del centro en el que está su hija o hijo, pero dicen que no merece la pena porque, seguro, se ponen de parte del profesor o profesora que tienen manía a su chaval o chavala…

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Cómo Afrontar la Presión de un Grupo

Como seguro que muchas y muchos imagináis o sabéis, en el número de teléfono 116.111 que atendemos tenemos que aguantar, diariamente, un montón de bromas realizadas por los adolescentes. La mayor parte de esas vaciladas o tomaduras de pelo telefónicas, las realizan en grupo y, casi siempre, notamos como uno o dos llevan la voz cantante y proponen bromas cada vez más pesadas, cada vez más brutas. Luego están los que dicen que sí a todo y les ríen las gracias a los cabecillas y otros que se cortan más. Éso lo notamos porque, cuando les pasan el teléfono («ahora te toca a ti tío, dile que…«) se niegan débilmente, como queriendo decir NO, pero sin fuerzas.

Cuando se dan este tipo de anécdotas, nos acordamos de muchas situaciones vividas: ”yo no quería, pero me obligaron”…, “es que no puedo decirles que no, igual dejan de ser mis amigos…”, o “da palo llevarles la contraria, no vaya a ser que piensen que soy un/a rajado/a…”.

Es normal, a ciertas edades, en las que la fuerza del carácter aún no está forjada, ceder y dejarse llevar por las personas que lideran el grupo. Pero es necesario aprender a decir NO, con asertividad, defender nuestros derechos sin pisar los de los demás. Aunque no parece tarea fácil la verdad es que es cuestión de práctica y cuando la primera vez te sale bien y dices un NO que se ve claro e irrevocable y te lo respetan, los demás son muchísimo más fáciles.

Por eso, hay varias técnicas que les ayudarán a ganar en seguridad.

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