Hablemos en positivo de nuestr@s jóvenes.

Peleas de adultosEl post de hoy no es un suceso recogido en una llamada telefónica, aunque podría. Es una situación en la que me vi involucrada hace unos días, en la calle.

Lo traigo a colación, porque hay veces que veo cómo, desde diversos ámbitos se estigmatiza a la infancia y a la juventud. Desde ámbitos profesionales, socio/familiares, quizá con más insistencia desde los medios de comunicación. Algo sacarán de ello, aunque no acierto a entenderlo. A veces creo que puede ser por tener tema de conversación, ya se sabe, mal de muchos…., o porque aún hoy en día, hablar bien y en positivo de los demás, no se lleva.

La idea de que las personas  jóvenes son vagas, no se interesan por nada, no tienen valores, etc. no es nueva,  llega desde la antigüedad. Por ejemplo, cuando Aristóteles puso palabras a los pensamientos de sus contemporáneos: “Los jóvenes de hoy no tienen control y están siempre de mal humor. Han perdido el respeto a los mayores, no saben lo que es la educación y carecen de toda moral.” Platón abundaba en ello: “¿Qué está ocurriendo con nuestros jóvenes? Faltan al respeto a sus mayores, desobedecen a sus padres. Desdeñan la ley. Se rebelan en las calles inflamados de ideas descabelladas. Su moral está decayendo. ¿Qué va a ser de ellos?”.

¡Lo que llovido desde los tiempos de la Grecia Antigua…! Sín embargo, esa idea desfavorable sobre la juventud, se repite y repite, como si fuese atemporal.

Pues bien, aquí os comparto un suceso que habla de las bondades de los chicos y chicas jovenes. Un suceso, en el que los adultos dieron un pésimo ejemplo y los menores salieron al rescate. ¡Bien!

Sucedió que dos adultos, los 55 años sobradamente cumplidos, a la salida de un bar se enzarzaron discutiendo por los derechos que tenía o no el perro que uno de ellos paseaba. De pronto (vamos a ponerles nombres ficticios) Atila llamó chulo a Aníbal, Aníbal le dijo a Atila “a que te doy dos ostias” y Atila respondió ”pues mira, te las voy a dar yo”. En ese momento, unos chavales (de entre 15 y 18 años) que estaban en un banco de la plaza, cada cual con su móvil, en silencio, a lo suyo, (“en Babia con las maquinitas”), se levantaron de un salto. Sin mediar palabra, dos fueron hacia un adulto y otros dos fueron hacia el otro y con tono de voz normal, tranquilo, con gestos suaves, los separaron (ya Atila había agarrado al Aníbal por el cuello). “Tranquilo, venga, ya. Tranquilo. Se acabó. Ya. Venga” Mientras los adultos intentaban zafarse y engancharse de nuevo. “Tranquilo tío. Ya. Venga, se acabó, tranquilo”.

Con esos gestos y palabras, con esa lección de contención, poco a poco los adultos fueron bajando el nivel de agresividad, entrando en una franja más tranquila y al final, cada cual fue por su lado sin cruzar más insultos ni gestos agresivos.

Los jóvenes volvieron a su banco y como si nada los hubiera interrumpido, volvieron a sus actividades cibernéticas, no sabemos si a contar por whatsapp lo sucedido o a seguir con la interrumpida partida online.

Reconozco que me alegró muchísimo la intervención de los menores y oír los comentarios de las personas adultas de alrededor: “Para que luego digan de la juventud, mira quiénes son peores y quiénes han dado buen ejemplo”.

Acordaos de ésto cuando veáis u oigáis a alguien quejándose de toda la juventud, de todos los menores.  Hablemos en positivo. ¿O ya no recordamos nuestra adolescencia y lo que duelen algunos comentarios lanzados «sin importancia»?

Iniciándonos en la vida

Desde ese inicio en el que el ovulo acoge con cuidado al agotado espermatozoide y brota la alquimia, ella intuirá el surgimiento de algo nuevo en su seno ¿Cómo será?

El contacto de sus manos allí donde ella sabe que la vida crece, busca palpar la magia de alguna novedad reciente. Y al tocar acariciará, haciendo un nido bajo su corazón, para paraiso perdidoacoger. Y mirará con los ojos cerrados, mientras silencia su cuerpo y acomoda sus movimientos, para saber más y más del nuevo visitante. El ansia de ponerle rostro irá creciendo y entre tanto la mente de mama jugará con imágenes nacidas de su deseo, de sus sensaciones corporales y de su intuición. Esa presencia que siente en el mismo lugar donde el vacío hizo ausencia tantas veces, ahora le hará mirar pensativa y dibujará una sonrisa gozosa de calma en su rostro.

Habla con su retoño ahora que el tiempo va siéndose más lenta; una lentitud muy femenina y de horizonte calmo. En ese tránsito cadente en el que sus palabras resuenan en el cuerpo como nunca antes, creando una vibración hecha de sonidos y silencio, de ritmo y quietud y creando en el bebe la primera noción de alternancia; la primera noción de inicio y final, de presencia y ausencia.

El tiempo hará camino y a su paso ocurrirán cosas. El espacio de crecimiento irá ocupándose, manifestándose de un modo inequívoco. Sorprendida por lo que ve y, quizás, algo temerosa por lo que está por venir. Quizás inquieta e ilusionada, en un ir y venir anímico en el que la incertidumbre asoma, pero la mirada sigue siendo el camino más certero si mama desea asomarse al encuentro con la imagen del rostro de su sueño creciente. En cada inmersión, ahí lo verá esperando, como luego siempre la esperará.

«¿Qué deseas Ada? Verlo, tal vez.

Si, si,,,verlo y tenerlo pegadito a mi regazo, susurrándole en ese idioma inventado, mientras le acaricio la mejilla, absorta mientras miro y deseo que esté bien, que no sufra, que sonría a mama y que sea siempre así. Deseo tenerle fuera para ser dos, aún siendo uno. ¿Cuántas veces, querré tenerlo dentro cuando el vacío acucie?»

Y el tiempo ocurre en el calor del seno materno, en donde la pequeña crece acurrucada en sintonía con mama y su vida. Una vida ilusionada, ahora que espera, pero también tejida de forma ineludible al vaivén de las emociones, las hormonas, los miedos o las dudas propias de los seres humanos. Es así que la pequeña va sintiendo los dolores o los agobios de mama, también. Es así como comienza a acercarse a la experiencia de la vida que le espera fuera.

El abrazo enloquecido del alumbramiento llegará precedido de sacudidas de dolor y rompimiento. La vida se abrirá camino, desgarrada y doliente, en el vórtice mismo de lo soportable, asomándose mama a la experiencia de perderlo todo. Y entre tanto, la pequeña iniciará su primer destierro. De forma ruda y desmedida, será expulsada desde su paraíso de ingravidez, hacia un afuera sin límites y con esa luz cegadora. Su mente será expuesta a una brutal experiencia de aniquilamiento y del que inexplicablemente saldrá victoriosa. Por fin afuera, a este lado de la piel y de la mirada de mama, ambas intentan reposar en el cansancio de la intimidad, recién regresados de una experiencia trasformadora.

Los días posteriores pondrán a prueba el espíritu de ese bebe recién nacido, que se enfrentará a un enemigo nuevo que desde adentro se lanza al asalto de su diminuto y vulnerable cuerpo. Será el hambre, quien morderá al bebé en las entrañas. Lo que desespera a la pobre pequeña no es la crueldad de la herida. Es su novedad. Lo repentino e inesperado de su presencia.

El mundo protegido de mama contrasta con este espacio sensitivo sin límites y un mal interno del que no sabe cómo defenderse y que comienza a ser vivido como otra amenaza de proporciones inmensas.

¿Cómo calmar esa cosa que la impregna de terror? La leche, su primer alimento, hará de la boca y la succión la primera zona de contacto con el mundo de afuera. Será a través de la experiencia de saciación como el bebe irá mitigando esa pesadilla que sale de su barriga, consiguiendo calmar lo malo interno, identificando la zona oral como la entrada de lo bueno externo.Alimentarla, como no! Será el antídoto para calmar la fiera.

Pero también hay que tomarla en brazos, acariciarla, acunarla y alimentar su piel, para procurar que vaya generando una paulatina noción sensitiva de si. Aportarle la experiencia de que existe en un cuerpo cuyos contornos podrá ir percibiendo en tanto más y más veces sean tocados desde fuera y así ir diferenciándose del espacio circundante y ubicándose dentro del él como en un segundo hábitat. El primero, el seno materno, quedará sellada en algún lugar de su ser como la añoranza de un tiempo soñado.

Abrazar y cantar

 

besarkada - abrazo

De súbito abrí los ojos y desperté al cuerpo, para sentir la angustia dentro de mí. Me sorprendió el miedo. Me asusté de sentirlo.

El acelerado bombear de mi corazón, su urgencia de fiel vigía, me arrastró desde del otro lado de los sueños hacia la misma cama en la que tumbado, olí el aroma a limpio de las sábanas, mezclado con el sudor asustado de mi piel infantil.

Habían pasado a penas dos, a lo sumo tres lentísimos e inacabables segundos, cuando desde la cocina sentí cantar a mi madre. Ella, en su habitual ajetreo doméstico cantaba, canciones de las de su época, con aquella dulce manera de deslizar la melodía. Mi madre, sin proponérselo, me rescató del temblor y del susto. Me levanté, como movido por un resorte, recorrí el diminuto pasillo que separaba mi habitación con la cocina y me abalancé sobre ella. La abracé y me abrazó…y me sentí protegido

 

Verles crecer y convertirse en adultos

esfuerzoHoy estoy encantada. Ver cómo nuestros hijos e hijas crecen, siempre da mucha satisfacción. Pero cuando ves desde fuera la progresión de alguien que se lo ha currado duramente… Es muy emocionante.

Este año se ha casado uno de los niños “de acogida” que venían en verano a casa de unos amigos.

Fueron muchos años volviendo a la misma familia. Los lazos se estrecharon y cuando el niño se hizo mayor y ya no podía venir, gracias a las modernas tecnologías, el contacto siguió, y este verano, cuando el “niño” se casó, invitó a su familia de aquí.

La experiencia fue muy entrañable y cuando mis amigos me la contaban, me explicaron un poco la historia de éste y otros chavales y chavalas.

El cómo vienen aquí a pasar los veranos, lo dura que es la vuelta a su realidad (eso sí que es estrés posvacacional). Los regalos que pueden llevar de vuelta y los que mejor que no lleven….

También me hablaron del sufrimiento de verles mal,  que con la distancia no sabes si están peor de lo que parece o mejor. Saber si volverán, si querrán o si les dejarán…

Verles desde los cinco años hasta los 22….Y la inevitable comparación con nuestra realidad: “pues allá está estudiando un grado medio porque no tiene dinero para más y trabaja para vivir y pagarse los estudios”.

Yo miro en mi entorno y veo de todo, pero me parece que la diferencia es enorme, que lo de igualdad de oportunidades es una quimera y que allá con 22 años ya han salido de la adolescencia y son independientes y responsables de sus vidas. Algunos de 22 que aquí conozco,  no llevan ese camino.

¿Diferencias culturales?. ¿Diferencia de oportunidades?.  ¿Padres y madres que son tan buenos cuidadores que no generan la necesidad de crecer?.

Sea lo que sea, cada cual que haga su reflexión, pero estas son las historias que podrían salir en televisión, las de los luchadores que desde la carencia y con mucha dificultad han conseguido crecer y lograr una vida en la que tienen un lugar.

¿Por qué pedir perdón es tan importante?

En una reunión escolar con padres y madres, hubo quien comentaba que no veía conveniente pedir perdón a sus hijos o hijas, ya que entendía que ello podría ser interpretado como un signo de debilidad o falta de autoridad

Nada más lejos de la realidad. Quienes tenemos a nuestras hijas e hijos crecidos, hemos tenido tiempo suficiente para darnos cuenta de la importancia de las muestras de respeto y afecto en una convivencia, aunque igualmente, también, hemos sido testigos de la dificultad que

Barkamena eskatu - Pedir perdón
Barkamena eskatu – Pedir perdón

entraña esta tarea. Una tarea en la que se ponen en juego otras tantas cuestiones  como la empatía, la paciencia o la escucha, entre tantas.

No es fácil, no, la convivencia con un/a hijo/a adolescente, pues se trata de una etapa muy determinante y delicada para el devenir futuro de ese chico o esa chica para quienes sus padres podemos resultar, en ocasiones, tan molestos como una piedra en el zapato. Cierto es que para el día a día en el hogar es necesaria la calma, que la bronca y el conflicto llegan solas de la mano del roce y del choque de intereses.

Paso a explicaros los motivos que me llevan a pensar que pedir perdón es muy importante:

  • Nuestros hijos e hijas, aprenden que no tienen por qué tener siempre razón y que podemos estar equivocado; y no pasa nada grave por ello.
  • Descubren que pedir disculpas es difícil, y que hay que ser fuerte para hacerlo.
  • Ven una muestra de sinceridad, que tal vez no vean en otra parte.
  • Aprenden que así en la propia familia se pueden exponer los sentimientos «encontrados»que se producen entre sus miembros.
  • Cuando uno/a pierde el control y es perdonado/a, comprende que la energia que circula en ese punto es curativa y así aprende, tambien, a perdonar.
  • Aprenden que la disculpa es una forma de reconocer que otra persona es digna de respeto.

En resumen, pedir perdón enseña a respetar a los demás, lo cual nos lleva directamente a respetarnos a nosotros mismos.

¡Cuidado! ¡¡Adultos Irresponsables tomando decisiones absurdas!!

voleibol

Hay situaciones en las que a una madre o a un padre les cuesta entender las actitudes o respuestas que algunos adultos ofrecen a sus a sus hijos/as menores de edad. Este comentario  viene a cuento de una llamada que hemos recibido no hace mucho en nuestro teléfono 116.111 y que cambiando algunos datos, vino a ser algo así:

Unos padres nos cuentan que su hija de 17 años ha abandonado el club de voleibol de su pueblo para ingresar en otro de mejor categoría dado que a la chavala se le da bastante bien este deporte. El caso es que la decisión de cambiar de equipo ha molestado al club de origen, algo que, digamos, puede tener cierto sentido o lógica. Lo que ya no lo tiene tanto es el hecho de que, como fruto de dicho «enfado», se perjudique a otra menor. Y es que esta chica de 17 tiene una hermana de 12, apasionada también de este deporte, la cual este mismo curso escolar  entraría a formar parte del equipo que acababa de abandonar la mayor. Pero la sorpresa ha llegado cuando el club no le ha dejado inscribirse, según refieren los padres, como represalia por la salida de la hija mayor. Como es lógico, esta decisión ha molestado a la familia entera pero especialmente a la chavala pequeña.

Y claro, la pregunta que nos hacemos en el servicio es:

¿Qué culpa tiene la pequeña adolescente de que su hermana salga del equipo?

¿Han pensado las personas responsables del club el daño que pueden hacer a la pequeña?

Desde Zeuk Esan se les ha orientado a estos padres, lógicamente, a que busquen explicaciones y las razones de esta decisión y en el caso de que no se las den, o los argumentos no sean aceptables, exijan responsabilidades a organismos superiores (Ayuntamiento si el equipo recibe ayudas o subvenciones municipales o, si es necesario, acudir al Ararteko) Combinar todo ello con un apoyo y un arrope a la menor perjudicada (a las dos chavalas, de hecho) y la búsqueda, si es posible y llegado el caso, de un club de voleibol alternativo.

Una situación curiosa y bastante diferente a lo que solemos atender en Zeuk Esan y  que esperamos sirva para hacer reflexionar a personas adultas en cargos responsables sobre el valor de sus actitudes y las consecuencias de las mismas.

En definitiva, la empatía y la capacidad de dialogo se reivindican con claridad en estos casos.

Algunos consejos para no perder los papeles

frases_de_madre

Septiembre. Muchas madres y padres vuelven al trabajo después de las vacaciones estivales. Las hijas e hijos de éstos aún no tienen clase. Se da el caldo de cultivo perfecto para que uno de esos primeros días laborables del recién estrenado mes la ama o el aita se cojan un tremendo enfado al volver a casa porque han tenido un mal día en el curro y además su chico o su chica no sólo no ha hecho nada en casa si no que, para más inri, la tiene patas arriba. ¿Qué ocurre? Pues que el progenitor o progenitora pierde el control, pega cuatro gritos y puede que, encima, luego se acabe arrepintiendo. Y además de ello, ¿ha servido para algo? Queremos decir que, más allá de descargar frustración, ¿el chaval o chavala habrá aprendido algo?

Con todo, dado que, como hemos dicho, llegan fechas en las que es muy posible que se de una situación como la descrita en el párrafo anterior, dejamos aquí una serie de pautas que quizá puedan venir bien para precisamente eso, no perder el control o mantener la calma:

– Ser conscientes de que estamos muy enfadados y tomar la decisión de no reaccionar, de no dejarnos llevar por esa ira que nos invade.
– Recuperar la serenidad, para ello puede sernos útil irnos de la estancia, esperar cerrando los ojos o apartar la mirada, contar hasta 10, etc, de tal manera que tengamos el espacio y el tiempo que necesitamos para recuperar la serenidad.
– Cuando nos hayamos calmado utilizar frases que describan los hechos, dejando de lado las descalificaciones y las acusaciones.
– Recurrir al buen humor es una herramienta poderosísima para suavizar el ambiente, desdramatizar los hechos y volver a la calma.
– Situar en el presente lo que ha sucedido sin añadirle etiquetas adicionales del tipo… “eres un desastre”, “holgazán”, “siempre ….”, “así no llegarás a ningún lado”, “nunca haces …”etc…
– Escribir una nota o una pequeña carta en la que le describamos lo que ha sucedido, cómo nos hemos sentido y lo que necesitaríamos hacer nosotros o que él hiciera para solucionar el conflicto.
– En caso de haber perdido los estribos, pedir perdón o demostrar que sentimos lo sucedido.

Estos son sólo algunos consejos a poner en práctica pero seguro que vosotras y vosotros tenéis otros que usáis en este tipo de situaciones… ¿Nos los contáis?

“MI MADRE NUNCA ME ACEPTÓ COMO SOY”

abarzo materno  -  amaren besarkada
abrazo materno – amaren besarkada

Hoy nos ha llamado una chica de 17 años en busca de desahogo. Era una llamada sobre una relación madre-hija.
Nos decía la chavala que estaba mucho mejor, pero que lo había pasado muy mal, Ahondando en tan genérica afirmación, confesó no haberse sentido aceptada por su madre. ¡Vaya!

Cuando escuchas a una menor que cuenta con tristeza y en parte con resignación que nunca ha sentido que su madre la aceptaba tal cual es, se te mueve por dentro algo difícil de expresar.

No sé si conocéis a alguien en situación similar. Parece que el nivel de exigencia de algunas madres y padres es infinito. Transmiten amor, dicen cuánto quieren a hijos e hijas y lo importante que son para ellos y ellas, pero “qué pena que tengas así los dientes, qué pena que no consigas adelgazar, qué pena que tu pelo no sea tan lustroso como….”

Qué pena y qué dolor producen estas palabras en los menores, en personas que están en plena formación y que lo único que precisan,  a parte de nuestro amor, es nuestra aceptación, que les digamos: te quiero como eres, tal cual, roja, verde o amarilla, te quiero porque eres tú y así eres genial y me encantas.

No es la primera vez que oigo algo así “Mi madre nunca me aceptó como soy. No era suficientemente buena para ella. Me compraba champú para aclararme el pelo. ¿Qué le pasaba al mío? Me compraba dentífrico  blanqueador que me ralló los dientes, ¿Tan malos eran mis dientes? ¿Tan mala e imperfecta era yo?”

Estoy segura que esos progenitores  solo querían lo mejor para sus hijos e hijas. Sólo lo mejor, pero no dimensionaron el alcance de sus palabras: “puedes mejorar” traducidas en  “no eres suficientemente buena”. Una losa sobre la autoestima  y un obstáculo en la relación y en el crecimiento.

Si padres y madres aprendiéramos a decir  “Te quiero como eres”. Si nuestras criaturas pudieran explicar sus sentimientos: “Me siento juzgada. Siento que nunca seré buena para ti, porque me querías rubia y salí morena”,  “Porque no soy lo alto que esperabas”, ganaríamos en autoestima y perderíamos dolor.

Esa resignación con la que esta joven me comentaba: “He tenido que hacerme fuerte, saber que nunca seré suficiente para mi madre y asumirlo, pero he tenido que decírselo, porque dentro me hacía daño.  Cuando se lo dije, no me creyó. Pensó que era mi enfado de adolescente -”¡ qué tonterías!” y eso también me dolió. Pero al menos se lo dije y espero que algún día, al menos, acepte también mis emociones, sin sentirse atacada.
Creo que estas palabras bien merecen una reflexión, de esas de dentro….

Adolescentes

Tribus adolescentes
Tribus adolescentes

 

¿Quién son los/as adolescentes?
Ni niños/as ni personas adultas en medio de una nada confusa y ambigua. La edad de inicio estaría alrededor de 9-12 años, variando según el/la niño/a y el sexo. Y suele durar alrededor de 10 años, también en función de la sociedad en que se encuentre. Por ejemplo en algunas tribus, el paso de la infancia al adulto se hace de golpe, no hay un período de paso como el de adolescencia.

¿Los/as adolescentes son conflictivos?
Tal vez sí, pero también es cierto que estudios muy recientes contradicen la idea de que la tensión y el malestar psíquico sean una parte normal y necesaria de la adolescencia. No tendría que ocurrir que los adolescentes, por el hecho de serlo, sean conflictivos. Los/as adolescentes que atraviesan por conflictos serios y crisis de identidad, necesitan ayuda por estos problemas, no por pasar por un período de crecimiento determinado. Como período de crecimiento es diferente a otro.

¿Adolescentes, rebeldes o amigos?
Es un poco como una caricatura de la adolescencia: un grupo de amigos/as inconformistas y que se rebelan contra casi todo.

El/la adolescente, que ya no es un niño ni una niña, va construyendo poco a poco lo que al final será un adulto, con una identidad propia y formada y la necesaria autonomía personal. Para llegar a esto, los jóvenes empiezan a pensar en criterios propios, a ensayar conductas diferentes y a querer hacerlas valer delante de la familia. Los padres y madres empiezan a tener miedo del ansia de libertad de estos hijos e hijas, de sus discrepancias, de los enfrentamientos casi diarios, de la oposición sistemática.

No son unos niños pero los padres siguen estando preocupados por ellos como antes, cuando eran unos niños. La obediencia que el hijo tenía cuando era niño ahora es imposible y le resulta a él mismo molesta e insoportable. La niña a la que le gustaba ir con los padres ahora quiere ir con su grupo de amigos. Y los padres pueden no entenderlo a la primera, porque es difícil para las madres y padres percatarse que las hijas e hijos se hacen mayores.
Y de aquí que empiecen las disputas familiares, donde el adolescente estirará hacia fuera y la familia hacia adentro. Él, queriendo defender el que piensa que son sus derechos y los padres queriendo imponer su autoridad.

¿Es negativa esta rebeldía de los adolescentes?
Habría que preguntarse antes que nada qué personas queremos que sean nuestros hijos/as de adultos: unas personas que digan sí a todo, que no sepan defender sus intereses, que sean sumisas en sus relaciones interpersonales, o unos adultos que sepan defender sus opiniones y que digan lo que quieren y sienten e intenten conseguir lo que desean? Las madres y padres estamos ayudando a los nuestros hijos a crecer, y crecer quiere decir hacerse personas adultas.

Es por eso que si los/as adolescentes están aprendiendo a ser adultos, es normal que vayan ensayando conductas de adulto, de autonomía y de independencia, en una actitud alejada del conformismo. Serán inconformistas y rebeldes e irán aprendiendo a ser mayores.

Un/a joven incapaz de dar la cara ante nadie, de defender lo que piensa, de hacer valer sus derechos, supone un problema más grave que un/a joven inconformista y rebelde. Los padres debemos saber discernir entre aquellas conductas infantiles de aquellas otros de inconformismo adolescente. Y sus actitudes agresivas, insolentes y descaradas no deberíamos tomarlas como ofensas imperdonables, sino como errores en su sistema de aprender a ser adultos en libertad.

A veces los padres toman mal estas actitudes, porque sus hijos e hijas adolescentes les hacen ver las contradicciones entre lo que los mismos padres dicen que hay que hacer y el que ellos hacen. Porque en estas edades también son idealistas y desinteresados, siendo un buen momento por iniciar actividades solidarías, de ayuda o acodamiento a actividades sociales. Continuar leyendo «Adolescentes»

¿Coméis en familia al menos cinco veces a la semana?

Hay días dónde nuestros niños y niñas tal vez no lean, puede incluso que no usen el álgebra más de una vez al día, y que en todo su día no escriban y no pongan de manifiesto las reglas ortográficas. Pero lo que si hacen todos los días es: COMER!!!!

¡¡¡¡Eso sí, que debiera ser importante en la experiencia educativa de nuestros hijos/hijas!!!: una buena educación continua sobre alimentación y hábitos saludables.

¿Y qué está pasando? ¿Por qué hemos pasado de alimentarles a demanda en sus primeros meses, a ir introduciendo poco a poco los alimentos, a merendar bollería industrial y zumos envasados, ver la fruta de lejos, e incluso a permitir que nuestros adolescentes tomen de hamaiketako palmeras de chocolate o gusanitos?

Parece que el seguimiento y control de los hábitos alimentarios, están condicionados por la ausencia de los padres del domicilio durante buena parte del día, como por la fuerte presión hacia una dieta vinculada a las prisas. Pero la verdad es que debiéramos tanto desde casa como desde los centros educativos tener la obligación, dado que es nuestra responsabilidad, de educarlos de manera continua en unos hábitos saludables.

En este enlace recordamos lo que no podemos olvidar. Del mismo modo, os animamos a que os reservéis 1:23 minutos para disfrutar del documental “Más allá del peso” donde se pone de relieve de una manera muy impactante la importancia de una alimentación saludable. Lo podéis ver más arriba dándole al ‘Play’.

También os animamos a que os preguntéis si coméis en familia al menos cinco veces a la semana. Si la respuesta es que no, habrá que pensar en revisar vuestro modelo, ¿no?