Pautas para abordar el Duelo Infantil

Duelo Infantil

¿Cómo explicar a un niño la muerte de un ser querido? ¿Puede llegar a entender qué es la muerte? ¿Es mejor contar o no contar? ¿Qué hacer si nos pregunta? ¿Es diferente la vivencia de la muerte si el niño tiene 5 años o si tiene 10? ¿Puede un niño estar en duelo? ¿Cómo le puedo ayudar? ¿Necesita una ayuda especial? ¿Es bueno que nos vea tristes? ¿Tenemos que evitarle lo sucedido? ¿Qué pueden hacer los profesores cuando un niño se encuentra en duelo?

Difíciles respuestas para difíciles preguntas, ¿verdad? Desgraciadamente, las personas adultas nos vamos a tener que enfrentar a situaciones como las que se describen en esas cuestiones. Nuestras niñas y niños van a tener que asumir la pérdida de personas cercanas y nosotros y nosotras vamos a tener que estar ahí para echarles un cable…

Para tratar de ayudar, tanto a madres y padres como a profesionales que trabajan con Infancia y Adolescencia a contestar a esas preguntas, ha salido a la luz una guía titulada «Explícame qué ha pasado», realizada por la psicóloga Loreto Cid, a través de la cual se nos enseña cómo enfrentarnos al duelo infantil, dejando claro que ocultar este tema o esperar a que pase solo es contraproducente.

Dicha publicación, de carácter estrictamente online, se puede consultar gratuitamente en este enlace, pero, a continuación, os dejamos algunas pautas o consejos que pueden ser idóneas para tratar de solventar situaciones de este tipo:

· El primer consejo es decirles la verdad, adaptándola siempre a la edad y al desarrollo cognitivo y emocional del menor.
· La primera verdad que debe saber un niño es que la persona ha muerto y que nunca más volveremos a verla.
· Es importante no utilizar metáforas relativas a la causa de la muerte de la persona, porque, aunque nuestra intención sea suavizar y amortiguar lo sucedido, lo que podemos provocar es una mayor confusión y angustia: “El abuelito se ha quedado dormido y ya no va a despertar” (puede provocar en el niño un fuerte temor a irse a la cama y quedarse dormido). “Tu hermanita era muy buena y se ha ido al cielo”. (El niño puede sentir mucha confusión sobre si portarse bien es bueno o malo).
· Siempre que sea conveniente, hay que asegurarse de que el menor tenga claro que no es responsable de la muerte de su pariente.
· Ninguna de las explicaciones que se den al niño o al adolescente tienen por qué darse “de golpe”: podemos ir haciéndolo poco a poco y siempre completándolo con las preguntas, dudas y observaciones que él mismo o ella misma quiera hacer.
· También resulta clave darles la oportunidad de expresar sus dudas y permitirles participar siempre que lo deseen en los ritos de despedida de la persona fallecida: A partir de los seis años, aproximadamente, los niñosy niñas pueden participar en los velatorios, entierros o funerales.
· Y recuerda: Los niños tienen derecho a estar tristes aunque nos resulte doloroso.

Vía: EITB

Cuando hablamos de violencia…

Hoy por la mañana hemos recibido una llamada atípica en el servicio. Nos han llamado de Euskadi Irradia-1, para hacernos una entrevista de escasos quince minutos en torno a la temática de la violencia filio-parental, a rebufo de una investigación que recientemente ha publicado la Universidad de Deusto en torno a este tema.

Si bien el servicio Zeuk Esan es una plataforma generalista que atiende casos del ámbito vital del/de la adolescente, hemos aceptado la invitación gustosamente, ya que siempre es interesante que los/as profesionales involucrados en temáticas de familia y educación, estemos presente en el debate publico, a fin de ofrecer al/ a la oyente y/o al/a la lector/a un marco de reflexión compartido.

Dicho esto, cabe preguntarse de qué hablamos cuando hablamos de violencia. Es lícito pensar que desde una perspectiva amplia la violencia es un acto de comunicación. Inadecuado, bien; pero en definitiva, una forma de dar a entender un “algo” sin el concurso de la palabra. Cabe entenderla, siguiendo con la idea, que se trata del fracaso del uso de la palabra y del diálogo como vía de entendimiento.

Ante ello, la pregunta que a cualquiera se le antoja hacer sería:

¿Comunicar? ¿Comunicar que…?

Bien, no es fácil. Si partimos de que el uso de la violencia  es una conducta. Si aceptamos que la conducta humana se moldea desde la primera infancia, a lo largo del desarrollo del niño/a, y si a ello le sumamos que la relación con la madre y el padre es lo más importante para ese desarrollo, podremos atrevernos a deducir que la violencia se aprende.

¿Porqué en una misma familia hay hijos/as violentos y otros/a que no lo son?
Esta pregunta pudiera dar al traste con la idea de que la violencia se aprende. Ante esto me atrevo a decir que una familia está en continuo cambio, dependiendo del momento que vive. Una misma familia, así como un mismo ser humano, está expuesta a reveses como el paro, enfermedades, muertes, divorcios, que pueden dañar su salud y dejarle sin saber cómo tirar para adelante. En tales casos, la impotencia, la rabia, la frustración pueden cambiar en ánimo de un padre o una madre, así como su forma de actuar.

¿Un joven violento nace o se hace?
Hay científicos que investigan este tipo de cosas. En la parte que nos toca podemos afirmar que la mente humana está en continuo cambio. Es como una esponja que absorbe y si lo que se le ofrece es bueno, en dosis suficientes, con afecto y cuidado, conseguiremos una mente sana y, por consiguiente, un niño/a sano/a.

¿Pero se supone que un a madre o una padre siempre querrá lo mejor para su hijo o hija?
No podemos ocultar que hay casos de violencia infantil que se notifican. Cabe decir, que una madre o un padre en normales condiciones de salud psicológica ofrecerán a sus hijos/as lo mejor de si, pero desgraciadamente en algunos  casos esto no ocurre

¿Se puede decir que un padre o una madre que en su niñez ha sufrido maltrato, se convertirá en maltratador de mayor?
Rotundamente no. Hay niños que tras haber sido mal tratados por sus padres, han conseguido alejarse del mundo de la violencia de mayores. También es cierto que la violencia filio-parental, se da más en familias en las que se da violencia.

¿En que tipo de familias se da una mayor incidencia de este tipo de violencia?
Según investigaciones, en aquellas en donde hay una mayor exposición por parte de los niños/as a la violencia domestica. En tales casos, el uso de la bofetada, del empujón o del golpe indiscriminado, puede acabar siendo copiado como forma de comportamiento, ya que en su mente hay una legitimación de la misma, al haber sido utilizada por parte de las personas más influyentes e importantes para el niño/a: el padre y la madre.

También se da, por el contrario, en aquellas otras familias en los que los padres y/o madres desatienden a sus hijos/as. En tales casos, el menor es víctima de una indebida protección y cuidados de sus necesidades vitales; sean estas emocionales, físicas, formativas, de seguridad, etc. Así transita “sin orden ni concierto”, haciendo su vida al margen de la mirada, presencia y supervisión de sus padres. Ello, evidentemente genera en su mente la idea de que es prescindible e invisible, lo cual se lleva a sentirse frustrado, triste y/o rabioso.

Por último, también se da en aquellas prácticas educativas en donde al niño/a se le consiente de todo y en las que los límites educativos están ausentes, produciéndose en consecuencia lo que se ha venido a llamar como el “síndrome del emperador”.

Dicen que los niños de ahora no son como los de antes

He leído en «los papeles» que un 60% de las compras de los hogares españoles están destinadas a nuestros hijos e hijas.

Si todos van al ritmo de los míos, no me extraña, porque les crecen los pies y no hay manera de aprovechar el calzado de un año para otro. Pero recuerdo que el artículo no se ceñía a los gastos de cubrir las necesidades básicas, sino a los de “  bueeeeno, ya te lo compro”, o “pero si no lo necesitas, ya tienes uno…bueeeeno, ya te lo compro”.

El Instituto Tecnológico del Juguete (AIJU) presentó un trabajo ( julio 2010) “The Now Generation: Caracterización, datos y perfiles sociales infantiles”, en el que hablan de “la generación del ahora” y la definen como superconsumidora.

Esto me recuerda que hace ya muchos años vi un reportaje que hablaba de que las firmas comerciales se han dado cuenta del filón que tienen en la juventud, que necesita el último modelo, (antes lo llamábamos “ el último grito”) y aparecieron las figuras de los cazatendencias: salir a la calle, ver lo que hace una minoría y venderlo como guay, lo último, lo trasgresor, lo que te diferencia…y que al final todo el mundo tiene: las mismas deportivas, el mismo corte de pelo, con lo cual,  se quema esa tendencia pero no hay problema, porque ya hay otra preparada que viene a ocupar su lugar.

Y esto, lo que significa es que hablamos de millones y millones de dineros, salidas de los bolsillos de unos, para pagar los ¿caprichos/necesidades? de otro grupo, que no tiene dinero, pero que abre la boca y pide como aquellos pajarillos en el nido que abrían sus inmensos picos amarillos.

Decimos que nuestra juventud es despilfarradora, caprichosa y consumista, pero sigo pensando que no nacemos, sino que en gran parte, nos hacemos.

Exigimos a la industria productos que ayuden a los niños a mejorar su calidad de vida, que les ayuden a estar más activos, más saludables y relajados, que les diviertan y que de forma simultánea les permitan mejorar su autoestima y les ayude a concienciarse con el entorno, pero además nosotros (padres y madres) ¿qué hacemos para aprovechar esas herramientas educativas? ¿Cómo las utilizamos? ¿Cómo las rentabilizamos? ¿Estamos atentos a lo que influyen las nuevas tecnologías en el desarrollo de los menores y en la poder que tienen éstos para tomar decisiones de compra en los hogares?.

Con esta crisis, las condiciones económicas de las familias cada vez son más difíciles, y sin embargo parece que se promueven las compras frecuentes de caprichos de usar y tirar.

En fin, igual me lío un poco, pero no dejo de pensar en la situación paradójica entre lo que exigimos y lo que compramos, entre lo que nos quejamos que hacen y en lo que enseñamos a hacer.

Parece tan triste…

Muchas veces me vienen padres y madres quejándose de lo mal que se portan sus adolescentes, que están todo el día en su limbo y que es imposible atravesar la coraza que los aísla.

En el tema de la comunicación, hace falta ser flexibles. Mirar a quién tenemos delante, sus características evolutivas y el momento que atraviesa. Hay veces que los ves sufrir y que no hacen nada para salir de ese agujero, o eso nos parece claro. Y hay que armarse de paciencia, calma en el espíritu y comenzar a preguntar, pero no estilo inquisidor, que les hace meterse más en la caracola, sino desde nuestra preocupación, desde nuestros sentimientos.

Por ejemplo: “te veo triste últimamente, y aunque contármelo no signifique que se vaya a arreglar todo, me preocupa verte así y me gustaría saber lo que te está pasando”. Y al final te enteras de que ha sido una desilusión entre amigos, y no que todos los narcos del mundo anduvieran tras él para cobrar las deudas, que puestos a dramatizar, me estoy encontrando cada caso…

Imaginación al poder, pero tratándose de nuestros hijos e hijas, ¡pregunta!. Tiende los puentes para que se pueda dar la comunicación, para que cuando estén dispuestos a expresarse, tengan maneras de acercarse a nosotros. No te bases en la sospecha, no te quedes con la duda, pero respeta sus momentos, que al final, lo que les pasa es de lo más natural. Y sí, duele.

¿Quién tiene el Problema?

¿Quién tiene el problema?

A veces nos ponemos en lo peor. Así lo demostró hace una poco una madre que nos llamó al 116.111. Esta mujer se mostraba muy preocupada por la situación de su hija de 18 años: la calificaba de retraída, inmadura para su edad, con escasas capacidades, no la veía preparada para, en el futuro, lograr trabajar, etc…

Ante esta percepción, la señora sospechaba que su hija debía tener alguna dolencia mental . Debido a ello, acudió con la chavala a psiquiatras y médicos varios para que le diesen el diagnóstico que necesitaba escuchar. El caso es que ninguno de los profesionales consultados ratificó este hecho. Frustrada ante estas respuestas nos llamó, insistiendo en su versión.

Tras escucharla atentamente, le pedimos a ver si sería posible poder hablar en algún momento con la adolescente. A las pocas horas ésta nos llamó. Al otro lado del auricular, nos encontramos con una chavala que si parecía tener escasas habilidades de relación. Poco a poco, la chavala se vio en la tesitura de ir contando y empezó a reflejar que se había creído la historia de su ama.

Se percibía como alguien incapaz de hablar con nadie por propia iniciativa. Y es que, dijo, su ama siempre le acompañaba a todos los sitios. Y es que siempre había escuchado a su ama minusvalorarla. Y es que cuando la joven pretendía abrir la boca para expresarse por sí misma, una voz, a su lado, aparecía para tapar lo que tuviese que decir. Además, la chica admitió tener que haber escuchado, muchas veces, cómo su ama le calificaba de inmadura, cómo su madre se enfadaba con ella por no tener amigas, etc…

Al final, acabamos pensando que muy posiblemente ella no tuviese ningún problema mental pero sí uno familiar y le dijimos, si no le importaba, que se pusiese su ama. Accedió ya que, en definitiva, a eso está acostumbrada; sin embargo, parece que la madre no estaba acostumbrada a que se le dijese que quizá ella fuera la raíz de buena parte de los comportamientos de su hija.

Muy posiblemente, madre nunca aceptó que su hija fuese más tímida que otros chavales y chavalas o que no se desenvolviese socialmente tan bien como otras personas y, al no asumir eso, fue volcando en su hija una frustración propia que, lejos de hacer que ésta mejorase, provocó que aún se encerrase más en sí misma. Acabamos aconsejando a esa señora que se olvidase de médicos y que si quería ayudar a su hija y también ayudarse a sí misma, buscase una opción psicológica con la que pudiesen elaborar toda su biografía familiar o su historial de relaciones.

Sirva este ejemplo para hacernos reflexionar a las madres y padres acerca de la influencia que ejercemos sobre nuestros hijos e hijas y cómo la imagen que nosotros/as tenemos de ellas/os y les devolvemos puede tener un poder importante, tanto para bien como para mal.

«Hoy ha sido uno de los mejores días de mi vida.”

Es una frase de un adolescente a sus padres en uno de esos momentos que tienen más comunicativos, cuando no sabes por qué, abren el grifo y nos hablan de sus emociones, de cómo están, cómo se sienten. Yo creo que lo hacen por eso, porque están bien y siempre es más placentero comunicar lo positivo y, además, afectivamente no arriesgan tanto transmitiéndonos su bienestar.

Pero hay veces que les vemos sufrir y no podemos llegar a ellos.

Nos pasa a muchos, que cuando estamos mal, nos cerramos, nos callamos y llegado el momento, hablamos de lo que tenemos dentro sólo con los muy buenos amigos, los que te entienden, te apoyan y no juzgan lo que te pasa, que están para escuchar y si se les solicita consejo, te dicen lo que ellos harían si a ellos les ocurriera,  no “tú lo que tienes que hacer es…”. Elegimos con quién abrir nuestro corazón, porque ahí sí se arriesga mucho.

Por otro lado, les ocurre a nuestros adolescentes (y a un montón de adultos) que tienen que aprender a gestionar sus emociones de manera adecuada, que les permita el desahogo, abrir el grifo y reducir el malestar, sin tragar hasta explotar.

Para ayudar a nuestros hijos e hijas a que se “abran” y expresen sus emociones, estaría bien que estuviéramos atentos al momento en el que ellos están dispuestos, y aprovecharlo. Dejémosles hablar cuando arrancan, sin juzgar lo que nos dicen, sin sermones.

Dicen las investigaciones que para una buena comunicación filio-parental, los adultos tenemos que estar escuchando el 75 % del tiempo. ¿Alguna vez nos hemos fijado en cuánto tiempo de la conversación acaparamos nosotros?. Es un dato importante para  saber si son nuestros hijos e hijas los que no comparten o nosotros los que estamos cerrando el puente a la comunicación.

Las Autoridades no quitan niños/as

Recibimos bastantes llamadas por parte de personas adultas informándonos de historias de menores desatendidos. La angustia que manifiestan según rememoran y nos van contando las escenas dolorosas de esos crios/as, nos reconcilian con el ser humano y su impulso de solidaridad. Nos piden hacer”algo” y en ese hacer, es importante analizar con calma la situación notificada y siempre que sea necesario, iniciar las medidas destinadas a la protección del menor.

Hay un aspecto que nos gustaría señalar en este post. Ocurre que para cuando una persona nos llama a los afectos arriba mencionados, previamente ha tenido que lidiar con el siguiente supuesto erróneo; léase: si informo de tal o cual situación de desatención infantil, seré “cómplice de que la autoridad quite esos niños a esos padres”

¿La noción de autoridad, siempre ha resultado un tanto constreñidora, verdad? Pero hemos de decir que HOY EN DÍA LA AUTORIDAD NO QUITA HIJOS/AS.

Existe la figura administrativa de la retirada y/o anulación de la Patria Potestad, pero sólo se lleva a la práctica en aquellas situaciones en las que el maltrato o la desprotección que sufre el niño/a es grave o muy grave. Incluso en tales supuestos extremos, la actuación de la administración irá destinada a capacitar a esos padres y madres en la tarea de educar a sus hijos/as, al objeto de que puedan ofrecerles una buena cobertura vital.

ACORDAOS: la idea, incluso en los casos graves o muy graves, consiste pues en lograr la reunificación familiar

Pero la gran mayoría de los niños desprotegidos que son puestos en conocimiento  de los servicios de protección no viven una situación de gravedad preocupante, aunque la vida que lleven, en ocasiones, nos parezca inadecuada o penosa para un crío/a.

Cuanto antes notifiquemos a los Servicios Sociales de Base municipales de tales situaciones, antes se les podrá ayudar y antes podrán recuperar sus vidas.

RECORDAD: Los Servicios sociales de base municipales, son los responsables subsidiarios de la protección de los menores de edad, cuando las circunstancia familiares que concurren son insuficientes o inadecuadas. Y no quitan niños/as, sólo reeducan y/ apoyan a las familias.

Conversaciones entre p/madre e hijo (3)

P: Estará a punto de caer. Hoy le tocaba turno de tarde y acaba a las nueve. Entretanto ayúdame a preparar la cena. He comprado unas anchoas que tienen muy buena pinta. Las rebozaré mientras preparas un bol con lechuga y cebolla. ¿Hace?
H: ¿Le pongo un tomatito o qué…? A ama le encante el tomate y vendrá hambrienta.
P: Quedan dos de medio tamaño…

Enfrascados como estaban los dos chicos de casa en sus culinarios comentarios, la puerta de casa se abrió dando entrada a una fatigada chica, quien resoplando un  “por fin en casa”, seguido de un “qué rico…”, sonrió reconfortada por hallarse con los suyos.

P. Hola cari!!! Mua!!!!
H. Ama!!! Do you like tomate???? Je, je, je!!!
Ama, necesito tu opinión de neska, porq……
Madre: Just a minute…, tengo que darme una ducha, pero si va de amores, acabo antes…He tenido un día demasiado prosaico y necesito algo de glamour…
P: Fiuuuuuuu!!!!!Ejem!!!!
H. Joe, parecéis Rapel y la pitonisa Maruja!!!! Tengo escrito en cara lo que me preocupa o qué????
M: No, pero si…Enseguida estamos…y que nadie huya, vale?

Los chicos se miraron, sorprendidos de cómo la madre se había regenerado de energía…y solo por…; claro, el tema del amor les gusta a las chicas. Sería eso…

M: Aquí estoy!!!! Que ricas las anchoas. Ayyyy, tomate de huerta…y…qué…¿qué me decías…??? –le pregunto a su hijo-

P: Joe, el mito de que las mujeres tardáis un rato para las quedadas, acaba de sufrir un fuerte varapalo. Será la motivación.

H: Pues que estoy colado por una chica…que al principio ella… (y así, en un clima cálido y sabroso, de untes y sorbos, fue el chaval destripando sus sentimientos, sus miedos y sus dudas, sobre si, la chica y el cambio “raro” que había dado la relación…)

M. Hijo, las relaciones de ese tipo…las de amor, vaya…necesitan una buena dosis de seducción, porque sin esa magia, sin ese juego, sin la “tontería” del “te miro y miras…”…pues la cosa no funciona. Para nosotras la chicas, ese es un terreno…, vamos, que nos movemos como pez en el agua…
Mira, veo lo siguiente y no te asustes por lo que vas a oír A esa chica le atraes…, pero
No se si te quiere como novio. Creo que de ser así, ya habría olido que a estas alturas estás maduro como para pedirte salir o como sea que lo hagáis ahora, ¿me sigues…?

H: Vaya…No creo que tenga interés en salir conmigo…
M: Puede ser también que te vea como una conquista; “uno que está en bote…” y que por el hecho de estarlo, comienza a perder interés…”Pensar así es un poco malvado, pero en el fondo quien actúa así (que las/os hay) es porque necesita sentirse atractiva/o y , por tanto, valorada/o, elegida/o, apreciada/o…(quizás porque en le fondo no se sienta tanto). Cuando se actúa así, no se hace por hacer daño a nadie, aunque indirectamente se llegue a hacer.
H. Joe, eso que me dices me hace sentir fatal…
M: Ya, pero quien te elige para conquistarte es porque aprecia la conquista.

En todo caso, no es tan importante lo que nos ocurre, sino el qué hacemos con eso que nos ocurre. Está hecho un lío, vale. ¿Qué te pide el cuerpo, que necesitarías para sentirte mejor con esta situación?

H: Hablarlo con ella…Pero y si me dice que a ella no le pasa nada y que está como siempre. Si se hace la loca…
M: No sabes cómo puede reaccionar ella. Eso que me dices son tus miedos…En todo caso, ella valorará el que seas claro, aunque se haga la longis. Una mujer siempre valora en un hombre que sea capaz de hablar de sus sentimientos

P y M: Bienvenido al club de los amores y desamores, hijo. Hablarlo es la mejor opción. Se claro contigo mismo y no reniegues nunca de tus sentimientos. Posiblemente sea lo más valioso que tengamos. Lánzate y lo verás más claro!!!

Conversaciones entre padre e hijo (2)

Aterrizó en casa a las ocho en punto y  nada más abrir la puerta le llegó al oído la melodía  suave y romántica de una canción inglesa que en días venia poniendo su hijo. El chaval estaba en casa. Tras la puerta acristalada que daba a la cocina, el padre descubrió en su hijo esa mirada ausente, propia de los vaivenes adolescentes del corazón. El chaval estaba flotando libre y melancólico, perdido en alguna estrofa de la aquella canción ligeramente ronca y susurrante. Cuando se percató que su padre había llegado, le miro mostrando una sonrisa dulce.

Padre: ¿Quién es ella? ¿La conozco?
Hijo: ¿A qué viene esa pregunta?
P: Nada. Te miro y me imagino el resto. Igual me he equivocado…
H: No, no te has equivocado. Si, estoy …¿Cómo se dice?, ¿enamorado…atontado, atolondrado, embobado…?
P: Pero, estás triste..y se dice que el amor da alas…
H: Supongo que será así…, cuando es correspondido

El nudo gordiano se había mostrado de forma rápida e inexcusable. El chaval sufría por un amor que no llegaba a alcanzar, quizás no lo había intentado, quizás ella vivía lejos y la echaba de menos, quizás…

P: ¿Qué pasó. Cuéntame un poco?.
H: La cosa empezó al comienzo de las vacaciones. La conocí en fiestas de Zuharo. Es de la cuadrilla de la prima de Andoni y tal. Se llama Nere. Enseguida conectamos. No se , su forma de hablarme, cómo me miraba, lo natural que se mostraba conmigo…todo, todo…, me llevó poco a poco, a acercarme más y más a ella, hasta que comencé a pensar cada vez más en que me encantaría salir con ella. Constantemente sentía y …aún siento…ganas de llamarla, hablar y hacer planes para quedar y esas cosas…Empecé a enamorarme…y de alguna manera sigo estándolo

P: ¿Qué bueno…?
H: Al principio si, pero ya no. Un buen día cambió de actitud y hasta hoy…
P: ¿A qué te refieres?
H: Empezó a distanciarse de mi, hasta que su cambió fue tan brutal que acabé sintiendo  que era poco menos que invisible para ella cuando estábamos en cuadrilla. Ella es muy salada y hablaba y vacilaba con cualquiera menos conmigo…Joe, no hay quien lo entienda…¿Qué ha pasado?
P: ¿Y lo habéis hablado?
H: No del todo. Ten en cuenta que estábamos empezando y estábamos a gusto, pero no nos habíamos dicho para ser novios y eso…
P: Ya, ¿pero vuestra relación no da para hablar de eso que os ha pasado?

H: Yo creo que ya soy demasiado serio como para irle con “…oye, ¿porque no hablamos y tal?…) Al final va ha ser peor. Me gustaría hablar de esto con ella, sin mostrarme que estoy fundido…, porque si lo nota, se alejará más.

P: ¿Tu crees que si le muestras tus sentimientos será peor?

H: Igual si. Me quedaría más pillado, como sin salida.

P: Igual sería buena idea que lo hablaramos con ama. Ella es chica y sabrá darle aesto otro punto de vista ¿Qué te parece?
H: Vale.
(Continuará…)

Conversaciones entre padre e hijo (1)

Hijo: Aita, necesito hablar contigo.
Padre: ¿Qué te pasa hijo? Te encuentras mal?
H: No, no es que esté mal. Lo que pasa es que hay cosas que …no se…en mi cuadrilla..no se . Estoy hecho un lío. A veces estoy triste y a veces cabreado. No quiero estar así
P: Bien, pues eso que dices, bien que merece una charla. ¿Cómo lo hacemos?. Ahora es un poco tarde y…
H: No, prefiero que quedemos para mañana. Nos ponemos una hora y hablamos un rato,no?
P: OK. A las ocho de la tarde es buena hora para ti.
H:Vale. Aquí esteré.

Habían sonado las campanas de la iglesia hasta un total de diez veces. Había oscurecido hacia un buen rato y era hora de acostarse. Mañana sería un buen día!!!

La mañana había amanecido soleada, lo que daba una buena excusa para exprimir los últimos estertores vacacionales con una paseadita por la playa y el consiguiente chapuzón fresco y vigoroso.

Padre e hijo, se habían visto en diferentes momentos del día, pero no habían hecho alusión a la quedada, al menos no explícitamente, aunque era obvio que las miradas que se intercambiaban hablaban por si solas compartiendo el mismo deseo de que llegara la hora de la charla.

Tras haber comido en familia, el padre salio a dar un paseo para disfrutar de la calma que se siente por el puerto a la hora de la sobremesa, justo cuando las bulliciosas voces se silencian soporiferamente sobre un colchón.

No hacía más que pensar en su chaval, en si se trataría de algún tema amoroso, de cuadrilla o qué sería lo que tanto le estaba preocupando. El reloj corrió de prisa esa tarde y para cuando se dio cuenta, faltaba un cuarto de hora para estar con su hijo. Llego a las ocho en punto a casa y …(continuará…)