Agresividad y violencia (3ª parte)

En los post anteriores, venimos señalando que la agresividad es algo inherente a la naturaleza del ser humano. Y no sólo eso;  también hay que destacar que es una forma de decir, de señalar “un sufrimiento” que no se sabe mudar en palabras. Esto nos puede parecer sorprendente, pero es indudable el valor de mensaje y de demanda del comportamiento agresivo, aunque la forma que se elige para “decirlo” hace que lo que se necesita del otro, nunca llegue a ser recibido, bien porque el modo agresivo genera miedo o rechazo, pero fundamentalmente, porque la petición de fondo que el acto agresivo lleva encriptado, es una demanda a la madre o al padre. Esta es la hipótesis que planteábamos en el primer post de esta serie.

Agresividad y violencia

En el segundo, ampliábamos el concepto de agresividad también sobre aquellas conductas dirigidas hacia el interior del propio sujeto (autoinculpación, entre otras) y, asimismo, sugeríamos la idea de que serían las primeras experiencias de cuidado las que configurarían  nuestra tendencia a manifestar este impulso agresivo hacia el exterior, como mensaje al otro, o hacía el interior de uno mismo. Estas últimas, tienen también un indudable componente de mensaje. Recordemos si no las cartas de quienes deciden quitarse la vida.

En este tercer post introduciremos un tercer nivel de complejidad: el binomio agresividad-violencia. Continuar leyendo «Agresividad y violencia (3ª parte)»

La agresividad y la falta de cuidados – 2ª parte-

pasivo-agresivoEn el post anterior, concluíamos que el mejor antídoto para proveer de un adecuado desarrollo evolutivo a un niño/a, es la estabilidad en el seno de su hogar. La relación entre buen trato y estabilidad emocional parece evidente, como también lo parece el que la conducta agresiva pueda ser entendida como fruto de la falta, la escasez o la interrupción en la provisión de cuidados materno-filiales.

No obstante, de la falta o escasez de cuidados también crecen niños/as con poco tono y una actitud huidiza o temerosa. Ósea que ante similares escenarios materno–filiales, habría niños/as que a la postre pudieran desarrollar actitudes demandantes, atrevidas y/o confrontativas, como reacción de exigencia ante lo que sienten que se les ha privado. Pero también habrá quienes decidan invisibilizarse ante la mirada ajena. Niños/as, que van desarrollando una noción de carencia de valor de sí, que les limita el deseo de explorar el contacto con los demás.

En el primer caso, la actitud agresiva adquiere una vertiente externalizante, manifestándose en la relación, mediante la actitud de desafío, control, exhibición o similar. Y en el segundo caso, la  agresividad se internaliza, se “traga”, se guarda, generando autoinculpación.

Ambas, tanto la que se manifiesta hacia fuera, como la que se expresa hacia el interior de si, son expresiones de la agresividad, entendida ésta como impulso que nos permite seguir adelante, como fuerza que nos ayuda a abrirnos camino y subsistir tanto biológicamente, psicológica como socialmente.

Las dos modalidades representan modos peculiares de afrontar las relaciones y dependerá del grado de desajuste que presente su puesta en práctica, el que puedan llegar a ser considerados como conducta problema. En tal caso, hablaríamos de expresiones mal moduladas del impulso agresivo.

¿Qué queremos decir con “expresiones mal moduladas”? Lo hablaremos en el próximo post

La agresividad y la falta de cuidados

agresividad y la falta de cuidadosLa agresividad es algo inherente a la naturaleza del ser humano. Es una emoción, como lo puede ser la alegría o la tristeza. Además, la manifestación de la misma se debe entender en función del momento en que aparece, de las causas que la precipitan, hacia quién va dirigida y el por qué.

Los bebés cuando nacen manifiestan agresividad. Tienen hambre y lloran, se sienten sucios y gritan, se sienten solos y se quejan.

Hasta aquí todo normal, nadie siente que esta expresión de agresividad tenga que ver, con algo problemático. La madre o el padre son capaces de entender en qué momento aparecen estas manifestaciones, qué causas tienen que ver en la situación que se genera, hacia quién se dirige el niño y el por qué. La familia responde adecuadamente hacia la petición, que entiende que le hace el niño, es capaz de tranquilizarlo y de cubrir sus necesidades.

Esto es lo que pasa en la mayoría de las familias, pero algunas se preguntan ¿por qué no se calma este niño?

Bien, descartemos problemas de índole física, que podrían estar interfiriendo en las sensaciones del menor. A veces ocurre que la provisión de cuidados suficientemente buenos, se interrumpe. Problemas en la pareja, laborales, individuales en alguna de las dos figuras parentales, provoca que la situación de estabilidad familiar se vea menoscabada. Así pues la percepción del niño se ve influenciada por estos problemas externos que le afectan en su desarrollo interno, provocando un nivel de tensión mayor que en ocasiones es más difícil de calmar por un medio ambiente, que a su vez está atravesando un mayor momento de inestabilidad. Continuar leyendo «La agresividad y la falta de cuidados»

Capacidades Generacionales

Capacidades generacionales

 

 

 

 

 

 

 

 

Hoy hemos realizado una formación y me he puesto nostálgico. He echado la vista atrás a cuando yo también era adolescente y vivía en casa con mis padres y tocaba, por aquel entonces, programar el vídeo, un vetusto aparato VHS que servía para grabar a mi madre la telenovela venezolana de la sobremesa y así pudiese verla a la tarde, después de trabajar. Recuerdo que aquella tarea que a mí me parecía facilísima, a mis padres les resultaba tremendamente complicada y, al final, siempre tenían que recurrir a mí para ello.

Y me he acordado de ésto porque mi hijo de 15 años se ha empecinado en que tengo que hacerme una cuenta en Facebook, otra en Twitter, que además, si quiero leer mis periódicos favoritos en Internet, tengo que hacerme con un lector de RSS y también me ha dicho que me tengo que hacer una cuenta en Google para así utilizar la aplicación Calendar y apuntar en ella mis citas, mis reuniones, etcétera.

Y ahí me he sentido como mis propios padres cuando éstos se enfrentaban al maquiavélico reproductor de vídeo. Supongo que, poco a poco, con tiempo y poniéndome en serio a ello, podría llegar a hacer muchas de las cosas que mi hijo me ha propuesto, pero sé que a él no le cuesta tanto y le encanta hacer todas esas cosas y mostrar sus capacidades.

Al fin y al cabo, parece que cada generación trae, de serie, unas competencias tecnológicas superiores a la anterior. En este caso es mi hijo con las redes sociales e Internet o eran mis padres conmigo y la programación del vídeo o es mi sobrino de 6 años manejando el ratón del ordenador y dándole mil vueltas a mi hermano (su padre) en estas lides. Continuar leyendo «Capacidades Generacionales»

Porque a veces conviene recordar…

Porque a veces, conviene recordar…

Todavía me asombro al escuchar a ciertos/as padres/madres hablar sobre lo que será su infante de mayor. Ese tono orgulloso y soberbio, seguro del cumplimiento de la expectativa y el sueño que en sus más profundas vísceras sigue candente; esa ansiosa idea de que los hijos son reproducciones de sus padres/madres, y, en realidad, tiende a ser así. Cuánta diferencia, pero, entre encadenarles a unos sueños de adultos “infantiles”, o, dejarles libres para que puedan descubrir cuáles son sus sueños. Esos sueños que toman forma en base a la experiencia; esas ocurrencias que se incrementan cada vez que optan por un juguete y no por otro; esas ensoñaciones casi reales, en el momento que se disfrazan de aquel que pisó la luna, de aquella corredora que, aunque no gane los Juegos Olímpicos, se la ve día tras día entrenando, luchando por conseguir sus metas; de ese pescadero de la tienda de enfrente, y, esa mujer que trabaja contra viento y marea por conseguir subvenciones para el desarrollo de una vacuna.

No entiendo a los/as padres/madres que dicen querer lo mejor para sus hijas/os y vuelven a repetir los cánones ya mencionados. Entiendo  el querer darles unos estudios prestigiosos, (atiborrados, por cierto, de materia “olvidadiza”), de vestirlos los domingos y, todos los días de la semana con ropa valorada en quitar el hipo y cuatro sustos y medio; llevarlas/os a restaurantes donde el aroma de la clase alta cubre la elegancia de los sabores más exquisitos del mercado, y acudir a esas citas donde la humanidad se disfraza de Gucci, Armani y Chanel, creyendo que eso les convertirá en alguien.

Y no pretendo dirigirme sólo a este sector, por supuesto. Están los/as padres/madres que viven en un barrio obrero, incluso en un caserío a las afueras del pueblo; esos ancestros, ¿Qué peso dejan a su progenie, verdad? La quesera que quiere que su hija sea una cantante famosa con tal de que no se quede a vivir en el campo; ese obrero que intenta que su hijo sea bueno en matemáticas, y después ingeniero. Esa dependienta que sería feliz si su hijo fuese abogado, o tal vez médico; ¿Y el artesano? ¿No querría que su hija fuese artista, o dentista, o alguien con prestigio?

Y mi pregunta es, ¿Le habrá preguntado alguien a su pequeña/ño cuál es su sueño? ¿En qué momento han compartido estos/as padres/madres sus experiencias con sus hijas/os? Seguro que este no es el momento. El momento donde, las/os niñas/os se ven desbordadas/os por la carga del colegio, por los deberes interminables, por las expectativas que la sociedad (incluyendo los/as padres/madres) tiene sobre ellas/os; en ese momento donde la responsabilidad de un/a niño/a no es acatar las exigencias del sistema, y aun así contribuimos a ello. ¿Cómo les vamos a preguntar cuáles son sus sueños, si no tienen tiempo para soñar?

Una vez escuché la palabra regresión. También arraigo. Y no viene a colación la acepción que le damos a estas palabras según el diccionario. Vayámonos más lejos. A nuestra infancia, a nuestros sueños, a nuestros planes. A la libertad de revivir esas sensaciones tan gratas que ya quedaron en el olvido; a los ingredientes de la ilusión de poder elegir lo que queríamos ser, construir, desear.

Volvamos a recordar, que un día nosotras/os también fuimos niñas/os, y, que pocos o nadie nos preguntó cuál era nuestro sueño. ¿Queremos lo mejor para las/los pequeñas/os? Pues permitámosnos revivir, sentir, experimentar de nuevo aquello que sigue en cada una/o de nosotras/os y por supuesto, a ellas/os dejémosles, animémosles, ayudémosles a  soñar.

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El rincón de pensar

rincón-de-pensarSiempre he considerado la labor docente como una disciplina realmente interesante. En su día estuve tentado de coger ese camino, pero me decanté por el de la psicología y he de decir que nunca me arrepentí de la decisión tomada. Sin embargo, el poder estudiar para llegar a ejercer como maestro o profesor, con población infantil o adolescente, me sigue pareciendo un lujo asiático. Poder llegar a ser una influencia significativa en el recorrido vital de un niño o una niña, es tan estimulante como comprometido, porque hemos de saber que dejamos huella en la mente de ese ser en desarrollo y hay que hacer lo posible para que esa influencia sea para bien.

Siempre he pensado en la escuela como en un lugar de formación y no sólo de información. Un lugar de crecimiento que no suplante la función de la familia, pero que si pueda llegar a ser una continuación de esta, en cierto modo.

Debido a mi labor de psicólogo, me ha tocado reflexionar un rato sobre los modos educativos y el papel del enseñante como vehículo de trasmisión de conocimiento. A día de hoy, tengo algunas ideas al respecto, pero sobre todo tengo claro por donde no habría que ir. En este sentido, quisiera aprovechar la ocasión para exponer mi opinión sobre una práctica educativa que no se lo extendida que puede estar en la comunidad educativa, pero de cuya existencia he tenido conocimiento, en más de una ocasión.

Ayer mismamente una profesional y usuaria adulta de nuestro 116111, llamo para pedir orientación al respecto de un niño “trasto” de 4 años con el que “no sabemos cómo hacer para que deje de pegar y molestar a sus compañeros/as de clase”. Mis preguntas sobre el niño, el contexto y demás curiosidades, me fueron llevando a hacerme una composición de lugar aproximada. En un momento, la llamante comento:

“…le solemos mandar al txoko de pensar, cuando hace una trastada de las suyas y…”

El citado txoko de pensar, es un método pedagógico que busca controlar el “mal comportamiento” de los niños/as, indicándoles retirarse a un rincón o similar ¡a pensar!. A pensar, lógicamente en algún comportamiento “malo”, inadecuado o molesto que hayan cometido. La criatura se retira al txoko y de espaldas a la clase, se le manda pensar.

Estoy totalmente convencido que el propósito original de este método sería el de estimular el razonamiento y el consiguiente control empático de las emociones, en los niño y niñas que mostraran conductas impulsivas. Pero resulta obvio concluir que para estimular en un infante el “aprecio por el pensar”, el/la docente debe de acompañar razonando y empatizando. Dando ejemplo, en definitiva.

Una criatura debe de ser acompañado en el pensar, dialogando, dándole la palabra, formulándole preguntas que generen respuestas, etc. Ello le ayudará a aprender a dialogar consigo mismo, a llenar sus monólogos de contenido, pero si lo retiras “al rincón” lo dejas ante su propio monólogo y su propio vacío. Un vacío que fácilmente se llena de culpabilidad, de autopercepción negativa y de impulsividad, generando extrañamente una cronificación de la conducta que se pretende domesticar.

No obliguemos a pensar a los críos (y menos a solas), porque no saben qué es pensar y, además, la obligación no es el mejor método pedagógico para estimular aprendizajes. Dialoguemos con ellos/as, si queremos que aprendan a razonar. El infante aprende en la relación y no de espaldas al mundo.

Hablemos en positivo de nuestr@s jóvenes.

Peleas de adultosEl post de hoy no es un suceso recogido en una llamada telefónica, aunque podría. Es una situación en la que me vi involucrada hace unos días, en la calle.

Lo traigo a colación, porque hay veces que veo cómo, desde diversos ámbitos se estigmatiza a la infancia y a la juventud. Desde ámbitos profesionales, socio/familiares, quizá con más insistencia desde los medios de comunicación. Algo sacarán de ello, aunque no acierto a entenderlo. A veces creo que puede ser por tener tema de conversación, ya se sabe, mal de muchos…., o porque aún hoy en día, hablar bien y en positivo de los demás, no se lleva.

La idea de que las personas  jóvenes son vagas, no se interesan por nada, no tienen valores, etc. no es nueva,  llega desde la antigüedad. Por ejemplo, cuando Aristóteles puso palabras a los pensamientos de sus contemporáneos: “Los jóvenes de hoy no tienen control y están siempre de mal humor. Han perdido el respeto a los mayores, no saben lo que es la educación y carecen de toda moral.” Platón abundaba en ello: “¿Qué está ocurriendo con nuestros jóvenes? Faltan al respeto a sus mayores, desobedecen a sus padres. Desdeñan la ley. Se rebelan en las calles inflamados de ideas descabelladas. Su moral está decayendo. ¿Qué va a ser de ellos?”.

¡Lo que llovido desde los tiempos de la Grecia Antigua…! Sín embargo, esa idea desfavorable sobre la juventud, se repite y repite, como si fuese atemporal.

Pues bien, aquí os comparto un suceso que habla de las bondades de los chicos y chicas jovenes. Un suceso, en el que los adultos dieron un pésimo ejemplo y los menores salieron al rescate. ¡Bien!

Sucedió que dos adultos, los 55 años sobradamente cumplidos, a la salida de un bar se enzarzaron discutiendo por los derechos que tenía o no el perro que uno de ellos paseaba. De pronto (vamos a ponerles nombres ficticios) Atila llamó chulo a Aníbal, Aníbal le dijo a Atila “a que te doy dos ostias” y Atila respondió ”pues mira, te las voy a dar yo”. En ese momento, unos chavales (de entre 15 y 18 años) que estaban en un banco de la plaza, cada cual con su móvil, en silencio, a lo suyo, (“en Babia con las maquinitas”), se levantaron de un salto. Sin mediar palabra, dos fueron hacia un adulto y otros dos fueron hacia el otro y con tono de voz normal, tranquilo, con gestos suaves, los separaron (ya Atila había agarrado al Aníbal por el cuello). “Tranquilo, venga, ya. Tranquilo. Se acabó. Ya. Venga” Mientras los adultos intentaban zafarse y engancharse de nuevo. “Tranquilo tío. Ya. Venga, se acabó, tranquilo”.

Con esos gestos y palabras, con esa lección de contención, poco a poco los adultos fueron bajando el nivel de agresividad, entrando en una franja más tranquila y al final, cada cual fue por su lado sin cruzar más insultos ni gestos agresivos.

Los jóvenes volvieron a su banco y como si nada los hubiera interrumpido, volvieron a sus actividades cibernéticas, no sabemos si a contar por whatsapp lo sucedido o a seguir con la interrumpida partida online.

Reconozco que me alegró muchísimo la intervención de los menores y oír los comentarios de las personas adultas de alrededor: “Para que luego digan de la juventud, mira quiénes son peores y quiénes han dado buen ejemplo”.

Acordaos de ésto cuando veáis u oigáis a alguien quejándose de toda la juventud, de todos los menores.  Hablemos en positivo. ¿O ya no recordamos nuestra adolescencia y lo que duelen algunos comentarios lanzados «sin importancia»?

Abuso Sexuales: sospechas, realidades y angustia

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– No sé, pero últimamente se toca mucho ahí
– Estamos asustados… La niña juega a médicos con otros niños de una forma muy rara…
– Dice que le pica abajo y no sabemos qué hacer…

Si preguntásemos a cualquiera que lea este post a qué le resuenan los enunciados citados, seguramente un amplio porcentaje de personas los asociaría a abusos a menores.

El tema de los abusos sexuales a menores es algo que incomoda sobremanera, algo muy feo y muy grave. Está considerada como una forma de desprotección infantil, junto con el maltrato físico, el emocional o la negligencia, principalmente. Todas ellas tienen en común que son manifestaciones abusivas de la conducta del adulto ante el menor de edad, aunque unas y otras tienen causas distintas.

El abuso sexual infantil es, sin lugar a dudas, la modalidad de  maltrato que mayor ANGUSTIA genera en profesionales y en todas aquellas personas que rodean a la supuesta víctima y buscan su protección. Sin embargo, la angustia que emerge tras la sospecha, nos puede llegar a cegar o a ver cosas donde no las hay. Así, por ejemplo, siguiendo con los comportamientos del principio, ¿no es verdad que un niño o niña puede tener, según el momento evolutivo en el que se encuentre, una especial tendencia a tocarse sus órganos genitales como corresponde a toda actividad exploratoria y de descubrimiento?, ¿cómo se juega a los médicos?, ¿hay reglas escritas?

En muchas ocasiones, somos los/as adultos/as, quienes interpretamos comportamientos de forma onerosa y, ante ellos, nos ponemos en lo peor. También es verdad que, afortunadamente, la mayoría de veces  somos capaces de distinguir una cosa de la otra y todo queda en un mal rato y, en el mejor de los casos, en un aprendizaje para futuras situaciones.

En todo caso, es bueno saber qué es realmente un abuso sexual y, para ello, no está demás acudir a la herramienta Balora (la que se usa para valorar los posibles casos de des protección a personas menores de edad) desde las instituciones que se encargan de ello en Euskadi.

De todos modos y de nuevo pensando siempre en clave de protección al menor y, precisamente, como hemos dicho, por el especial carácter de este tipo de situaciones que nos pueden impedir acercarnos a este tipo de documentos con toda la tranquilidad, es recomendable, por ejemplo, llamar al número de teléfono 116.111, el teléfono de Zeuk Esan.

Desde aquí y ante cualquier sospecha, el equipo de profesionales podemos tratar de ayudaros a dilucidar si las informaciones de que disponéis, son susceptibles de ser reales o no. Así, estaremos en disposición de poder dar respuestas cabales y meditadas ante cada posible sospecha de abuso sexual.

Iniciándonos en la vida

Desde ese inicio en el que el ovulo acoge con cuidado al agotado espermatozoide y brota la alquimia, ella intuirá el surgimiento de algo nuevo en su seno ¿Cómo será?

El contacto de sus manos allí donde ella sabe que la vida crece, busca palpar la magia de alguna novedad reciente. Y al tocar acariciará, haciendo un nido bajo su corazón, para paraiso perdidoacoger. Y mirará con los ojos cerrados, mientras silencia su cuerpo y acomoda sus movimientos, para saber más y más del nuevo visitante. El ansia de ponerle rostro irá creciendo y entre tanto la mente de mama jugará con imágenes nacidas de su deseo, de sus sensaciones corporales y de su intuición. Esa presencia que siente en el mismo lugar donde el vacío hizo ausencia tantas veces, ahora le hará mirar pensativa y dibujará una sonrisa gozosa de calma en su rostro.

Habla con su retoño ahora que el tiempo va siéndose más lenta; una lentitud muy femenina y de horizonte calmo. En ese tránsito cadente en el que sus palabras resuenan en el cuerpo como nunca antes, creando una vibración hecha de sonidos y silencio, de ritmo y quietud y creando en el bebe la primera noción de alternancia; la primera noción de inicio y final, de presencia y ausencia.

El tiempo hará camino y a su paso ocurrirán cosas. El espacio de crecimiento irá ocupándose, manifestándose de un modo inequívoco. Sorprendida por lo que ve y, quizás, algo temerosa por lo que está por venir. Quizás inquieta e ilusionada, en un ir y venir anímico en el que la incertidumbre asoma, pero la mirada sigue siendo el camino más certero si mama desea asomarse al encuentro con la imagen del rostro de su sueño creciente. En cada inmersión, ahí lo verá esperando, como luego siempre la esperará.

«¿Qué deseas Ada? Verlo, tal vez.

Si, si,,,verlo y tenerlo pegadito a mi regazo, susurrándole en ese idioma inventado, mientras le acaricio la mejilla, absorta mientras miro y deseo que esté bien, que no sufra, que sonría a mama y que sea siempre así. Deseo tenerle fuera para ser dos, aún siendo uno. ¿Cuántas veces, querré tenerlo dentro cuando el vacío acucie?»

Y el tiempo ocurre en el calor del seno materno, en donde la pequeña crece acurrucada en sintonía con mama y su vida. Una vida ilusionada, ahora que espera, pero también tejida de forma ineludible al vaivén de las emociones, las hormonas, los miedos o las dudas propias de los seres humanos. Es así que la pequeña va sintiendo los dolores o los agobios de mama, también. Es así como comienza a acercarse a la experiencia de la vida que le espera fuera.

El abrazo enloquecido del alumbramiento llegará precedido de sacudidas de dolor y rompimiento. La vida se abrirá camino, desgarrada y doliente, en el vórtice mismo de lo soportable, asomándose mama a la experiencia de perderlo todo. Y entre tanto, la pequeña iniciará su primer destierro. De forma ruda y desmedida, será expulsada desde su paraíso de ingravidez, hacia un afuera sin límites y con esa luz cegadora. Su mente será expuesta a una brutal experiencia de aniquilamiento y del que inexplicablemente saldrá victoriosa. Por fin afuera, a este lado de la piel y de la mirada de mama, ambas intentan reposar en el cansancio de la intimidad, recién regresados de una experiencia trasformadora.

Los días posteriores pondrán a prueba el espíritu de ese bebe recién nacido, que se enfrentará a un enemigo nuevo que desde adentro se lanza al asalto de su diminuto y vulnerable cuerpo. Será el hambre, quien morderá al bebé en las entrañas. Lo que desespera a la pobre pequeña no es la crueldad de la herida. Es su novedad. Lo repentino e inesperado de su presencia.

El mundo protegido de mama contrasta con este espacio sensitivo sin límites y un mal interno del que no sabe cómo defenderse y que comienza a ser vivido como otra amenaza de proporciones inmensas.

¿Cómo calmar esa cosa que la impregna de terror? La leche, su primer alimento, hará de la boca y la succión la primera zona de contacto con el mundo de afuera. Será a través de la experiencia de saciación como el bebe irá mitigando esa pesadilla que sale de su barriga, consiguiendo calmar lo malo interno, identificando la zona oral como la entrada de lo bueno externo.Alimentarla, como no! Será el antídoto para calmar la fiera.

Pero también hay que tomarla en brazos, acariciarla, acunarla y alimentar su piel, para procurar que vaya generando una paulatina noción sensitiva de si. Aportarle la experiencia de que existe en un cuerpo cuyos contornos podrá ir percibiendo en tanto más y más veces sean tocados desde fuera y así ir diferenciándose del espacio circundante y ubicándose dentro del él como en un segundo hábitat. El primero, el seno materno, quedará sellada en algún lugar de su ser como la añoranza de un tiempo soñado.

Abrazar y cantar

 

besarkada - abrazo

De súbito abrí los ojos y desperté al cuerpo, para sentir la angustia dentro de mí. Me sorprendió el miedo. Me asusté de sentirlo.

El acelerado bombear de mi corazón, su urgencia de fiel vigía, me arrastró desde del otro lado de los sueños hacia la misma cama en la que tumbado, olí el aroma a limpio de las sábanas, mezclado con el sudor asustado de mi piel infantil.

Habían pasado a penas dos, a lo sumo tres lentísimos e inacabables segundos, cuando desde la cocina sentí cantar a mi madre. Ella, en su habitual ajetreo doméstico cantaba, canciones de las de su época, con aquella dulce manera de deslizar la melodía. Mi madre, sin proponérselo, me rescató del temblor y del susto. Me levanté, como movido por un resorte, recorrí el diminuto pasillo que separaba mi habitación con la cocina y me abalancé sobre ella. La abracé y me abrazó…y me sentí protegido